Opinión

Manuel Fraga y mi abuelo, compañeros de la mili

Dos personas de estratos completamente diferentes a las que el azar unió en su juventud

Bienvenido Rodríguez.

Bienvenido Rodríguez. / .

La gente corriente a veces nos topamos y convivimos con personajes ilustres. Hoy les daré una exclusiva del archiconocido Manuel Fraga Iribarne gracias a mi abuelo Bienvenido Rodríguez. Dos personas de estratos completamente diferentes que el azar unió en su juventud durante la mili. "Acuérdate de mi nombre, algún día sonará", le espetó un bisoño Fraga a mi abuelo Bienvenido a modo de despedida. No se equivocó, el tiempo le dio la razón.

Hagamos una analogía, como en las "Vidas paralelas" de Plutarco, entre Fraga y Bienvenido. Aunque más bien fueron vidas perpendiculares. Fraga nació en una familia acomodada en Villalba (Lugo) en 1922; Bienvenido nacería tres años después en una familia de pobres labradores en una aldea llamada Bariz, también en Lugo. Sin electricidad ni agua corriente en la humilde casa, la familia se mantenía a base de pan, agua de la fuente "a bica", patatas y verduras de la huerta y carne de la matanza. En los duros años de la Guerra Civil y posguerra, mi bisabuelo sorteaba entre su extensa prole quién se comía las migas de pan de la mesa. Otros tiempos.

Fraga era el mayor de 12 hermanos y acabó la carrera de Derecho en Madrid; Bienvenido era el mediano de 11 y no pasó de la escuela básica donde tuvo de maestra a doña Amadora. De don siempre porque el maestro, el médico, el cura y la Guardia Civil eran las instituciones en el mundo rural. Respetados y temidos, sobre todo en aquella Galicia. Otros tiempos. Doña Amadora y Bienvenido se querían mucho, por ejemplo, ella lo cogía en brazos en esos años 30 de severas aulas llenas de chiquillos. Por otro lado, Amadora era la tía predilecta de un tal Manuel Fraga.

En los años 40, destinan a mi abuelo a Madrid para realizar la obligatoria mili. Imaginen a un chaval de 18 años que nunca salió de su aldea gallega irse a la capital. Sin familia ni amigos allá. Muchas primeras veces, muchas inseguridades y miedos. Pienso que para mi abuelo montarse en tren y vivir en Madrid sería algo parecido a irme yo ahora en cohete a la Luna. Bienvenido tuvo la suerte de que doña Amadora le pidiese a su sobrino Manuel que le ayudara, le tutelara. Fraga estaba haciendo Milicias Universitarias con el grado de alférez y lo nombró su "asistente".

Fraga socializaba en fiestas y bailes por Madrid –cuesta imaginarlo– y se llevaba con él a Bienvenido. Lo mandaba entrar y divertirse, que no se quedase a la puerta. Iban juntos en una moto con sidecar: Fraga pilotando y Bienvenido sentado en el sidecar. Me resulta difícil evocar a mi abuelo así porque nunca en su vida condujo… ¡ni siquiera montó en bicicleta!

Una de las primeras experiencias de Bienvenido fue hablar por teléfono. Le tenía miedo al aparato y cuando sonaba no lo cogía. Un día Fraga le preguntó por qué no contestaba cuando estaba solo para pasarle los avisos, sobre todo los de su novia –y futura esposa–. Le mandó coger el teléfono delante de él y decir "diga" la siguiente vez que sonó, Bienvenido quería que se lo tragase la tierra. Así le enseñó a hablar por teléfono. Otra de sus tareas como asistente de un oficial era limpiarle las botas. Bienvenido metía la mano dentro de la bota y realizaba la labor. Una vez Fraga le vio en plena faena y le riñó severamente: "nunca más meta la mano Bienvenido, están usadas de mis pies". Y le consiguió un artilugio de madera para meterlo dentro de la bota.

Mi abuelo definía a Fraga como una persona muy educada, inteligente, amable y jovial. Cuesta leer amable y jovial junto a Fraga. Trabaron cierta amistad a pesar de no tener nada en común, salvo el amor hacía la tía Amadora. Pienso que este tipo de amistades y vivencias es característico de los españoles, en el fondo no somos clasistas. Bienvenido acabó la mili y Fraga le dijo que se quedase en Madrid, que le ayudaría y prosperaría. Con la morriña propia de los gallegos, Bienvenido quería volverse al pueblo y además su novia –mi abuela– le estaba esperando. Se despidieron con la mencionada frase "acuérdate de mi nombre, sonará".

Sus vidas se separaron. Fraga hizo todo lo posible para que, efectivamente, su nombre resonara en la historia; Bienvenido aró el campo y formó una familia con Aurora. Como muchos millones de españoles, mis abuelos se sacrificaron para que sus hijos estudiasen y llegasen a la Universidad en los 70. Fraga llegó a ser todo en política; Bienvenido a concejal de su pueblo, Paradela. Fraga se bañó en la playa de Palomares; Bienvenido jamás nadó en una. Fraga gritó en un congreso que "no hay tutelas, ni hay tu tía" para confirmar a Aznar como líder; Bienvenido con una hoz le gritó a un vecino que hacía la vida imposible a los demás. Se han escrito ríos de tinta sobre Fraga; de Bienvenido solamente esta humilde tribuna.

¿Se volvieron a ver los viejos amigos de la mili? Casualidades de la vida, en los 90 el alcalde de Paradela decidió llamar a una plaza Manuel Fraga Iribarne que inauguraría el susodicho. Está situada a escasos 100 metros de la casa de mis abuelos. El día de la inauguración, mi laboriosa abuela dejó encima de la cama el traje –no había más– para que mi abuelo se vistiese acorde a la ocasión. Por fin Bienvenido podría estrecharle la mano a Fraga de nuevo, 50 años después, y decirle que su nombre suena todos los días en la televisión, incluso demasiado. Fraga llegó, saludó, inauguró y se marchó. Mi abuelo no tuvo el arrojo de presentarse, desconozco sus razones. Tal vez dentro del señor extrovertido, agudo y gracioso todavía vivía aquel joven miedoso que se marchó a Madrid. Su cartilla militar ponía "el valor se le supone", doy fe que tuvo una vida llena valentía.

Los políticos –hasta los más imponentes– son personas como cualquiera. Hasta Fraga bailó. Deberíamos de tenerlo presente en los actuales tiempos de crispación y polarización. También los propios políticos deberían humanizar a sus adversarios ideológicos, no demonizarlos continuamente. Así llegarán más fácilmente a consensos y pactos. Los necesitamos.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents