Opinión
El Noi del Poble Sec ante sus majestades
Serrat rompe a cantar de nuevo "Aquellas pequeñas cosas"
El Noi del Poble Sec, el artista más querido de la música española, Joan Manuel Serrat, que aparcó hace dos años, y para siempre, su idilio con los escenarios, se subió anoche a uno que presidían Sus Majestades los Reyes de España para exponer su voz, otra vez, a la intemperie del público y de la vida.
Fue un acto que pareció una fugaz resurrección y también un homenaje del público a los sesenta años que ha durado la complicidad de su voz y sus canciones. Allí cantó Serrat, de pronto, acompañado de su violinista Ursula Amargós, Aquellas pequeñas cosas. El rey luego le diría: "Gracias, Joan Manuel, por este regalo".
La ovación del público tras este regreso de la voz donde solía causó un estruendo emocionante del público que lo esperaba como quien le dio sentido a decenios en los que Serrat cumplía con un compromiso insólito: ser la voz de las generaciones que fueron viniendo, el artista que interpretó, en efecto, las pequeñas cosas tanto como la inmensidad, y también el dolor, del Mediterráneo. En América y en España.
Serrat ha sido la voz de los que querían que la soledad o el destino tuvieran, en su interpretación, la alegría de esperar lo mejor gracias a lo que él compuso.
De pronto, lo que era un acto para celebrar la entrega de los premios Princesa de Asturias, se convirtió también en una reivindicación de la música que durante tanto tiempo ha juntado a Serrat con la alegría de cantar. El público lo siguió como estos días lo siguieron los gaiteros asturianos que encontraron en él también a un intérprete de la impresionante música que se crió en estas montañas. Al final el cantante del Poble Sec tarareó con ellos esa voz sin letra que los asturianos trajeron al final de un acto que pareció hecho para hacer otra vez inolvidable la presencia de Serrat como cantante y sobre la tierra.
A los 81 años, vestido de gala para la ocasión, la entrega de los premios Princesa de Asturias, rodeado de otros premiados de prestigio como él, venidos de naciones distintas y distinguidos con iguales credenciales que la suya, a Serrat lo avalaba, allá arriba, el eco múltiple de su voz. Ésta nació en catalán, siguió en español y surcó mares y desafíos para llegar a ser, a la vez, su propia voz y la de grandes poetas del siglo XX, como Antonio Machado, Miguel Hernández o Mario Benedetti.
Su amigo Luis García Montero, poeta y director del Instituto Cervantes, dijo ayer, antes de que Serrat se pusiera ante el público y ante los reyes (y ante la heredera, Leonor, que le da su nombre de princesa a estos galardones), con respecto a Serrat: "Al poner voz a la música y música a las palabras, tejió la educación sentimental de un tiempo que necesitaba unir a Machado y a Miguel Hernández con las nuevas formas de ser libres y decir te quiero".
Entre el público sobresalió otro catalán, Salvador Illa, presidente de Cataluña. Dijo el hombre que ahora representa el regreso de una melodía política interrumpida durante años entre su pueblo y el resto de España: "Nuestro trovador. Nadie ha sabido cantar al amor y a la vida como él. Y nadie lo ha hecho llevando el catalán tan lejos".
En las noches que precedieron a este festival que han presidido los reyes y su heredera, a Serrat lo acompañaron sus hijos, su mujer, quienes, como sus representantes, lo han apoyado en su largo peregrinaje por los escenarios de España y de América.
En uno de estos encuentros le dijo a su amigo el periodista Iñaki Gabilondo, que lo entrevistó ante un gentío, que ya sabía que el futuro olía a la despedida final. En el encuentro que tuvo su voz con el auditorio no fue distinto el tenor de su abrazo al premio, a la música y al futuro. Aquellas pequeñas cosas son ahora, otra vez, la explicación que Serrat le ha dado siempre a la alegría de cantar.
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