Opinión

En contra de la riña y la refriega

Los ciudadanos detestan que la política se convierta en permanente reyerta

Feijóo y Sánchez.

Feijóo y Sánchez. / EPC

Los ciudadanos desconfían de quienes confunden la política con el boxeo. Aún más en este momento, en que triunfan competiciones de lucha en las que está permitido toda suerte de golpes, donde no parece que el combate haya terminado hasta que la lona del cuadrilátero se llena de salpicadura de sangre.

¿Saben lo que más detestan los españoles de sus gobernantes y de los que aspiran desde la recámara a suplantarlos a cualquier precio? Que tirios y troyanos se pasen el día a tortazo limpio, que se regalen unos a otros latigazos y puñaladas, que practiquen de manera permanente el insano ejercicio de la zancadilla. La ciudadanía lamenta esos comportamientos viscerales y cavernícolas porque el esfuerzo que se consume en la bronca y la reyerta no se emplea en generar ideas positivas e iniciativas que redunden en beneficio de la colectividad. La incapacidad para el acuerdo y el diálogo convierte a la democracia en una estafa. Y siempre habrá quien, de forma artera, obtenga réditos del hastío general y la desafección en las urnas.

No olviden los servidores públicos que en eso consiste precisamente la política: en hacer posible que concilien visiones confrontadas. Hay que pasar de la cultura del litigio a la cultura del acuerdo. Se trata de un arte que no se encuentra al alcance de cualquiera. Y que, como cualquier manifestación artística, requiere de formación y talento. Y no atisbamos en el horizonte inmediato figuras de semejante tamaño en este país y con las suficientes habilidades para tal desempeño, sino más bien estafermos inamovibles empeñados en perpetuar justamente lo contrario: la riña, y la refriega. Mandamases que, en uno y oro extremo de la contienda, juegan al irredentismo no son políticos, son fundamentalistas.

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