Opinión
El orgullo y la autoestima nos piden más
Nancy Ovelar de Gorostiaga sonrió y felicitó a Asturias con un brazo en alto, como si escanciara. Ocurrió hace poco más de una semana, el día de Santa Bárbara. Con ese gesto, la diplomática paraguaya, directora de la convención de la Unesco, ratificó la universalidad de la cultura sidrera.
Es una fecha que nunca olvidaré. Seguí el acto desde el Museo de la Sidra, en Nava, y me emocioné con el hermoso discurso de agradecimiento de la consejera Vanessa Gutiérrez, ese trenzado de palabras en el que hilvanó tradición, amor a la tierra y orgullo de identidad. Me emocionó pese a que estaba seguro del desenlace, de que el camino iniciado hace más de una década culminaría con la aprobación de la candidatura.
Estaba convencido, pero siempre queda un atisbo de duda. La enhorabuena de Nancy Ovelar acabó con todas las incertidumbres. A partir de ahí, tocaba dejar que la alegría nos desbordara, compartir con toda Asturias –incluida la que vive fuera, esa comunidad exterior que lleva nuestro nombre por el mundo entero- este triunfo colectivo. Quienes decidieron hace años acometer semejante desafío con las fuerzas suficientes para superar frenazos y desdenes, merecen el reconocimiento de todo el Principado. Como afirmé sobre la marcha el mismo 4 de diciembre, ha sido un chute de autoestima.
La alegría continúa, como debe proseguir la defensa de la cultura sidrera. Como presidente del Principado, he tenido la fortuna de vivir dos momentos históricos: la apertura de la variante de Pajares y el reconocimiento de la cultura sidrera como patrimonio de la humanidad. En las dos ocasiones, he hecho la misma afirmación: aquí no acaba nada; aquí empieza otro reto.
También colectivo, por supuesto. Poco habrá más asturiano que compartir una botella de sidra. Tomémoslo como referencia para seguir trabajando conjuntamente por esta manifestación cultural en todas sus vertientes: desde las pumaradas a los llagares, desde la selección de las manzanas al escanciado, desde el lenguaje propio a las expresiones artísticas, desde las oportunidades de promoción turística a la protección de nuestras lenguas, que son los nombres de la sidra. Tenemos muchísimo que hacer.
Todo eso nos implica. Al Gobierno del Principado, en primer lugar; a los ayuntamientos, a las asociaciones ciudadanas, al empresariado, al sector turístico, a la Universidad. La declaración de Paraguay nos sirve como acicate. Ya sabemos –o, mejor dicho, ya han reconocido, que nosotros lo sabíamos antes- que la cultura sidrera es mundial. Pues planteémonos metas de esa dimensión, sin complejos que valgan. Esta es una de las lecciones más importantes que hemos de aprender: si nos sintiéramos avergonzados de la cultura sidrera, si pensáramos que es una cosa menor, una costumbre residual sin trascendencia ni significado, jamás habríamos obtenido la distinción de la Unesco. Apliquemos la enseñanza a toda nuestra cultura.
El brazo en alto de Nancy Ovelar confirmó el triunfo de Asturias. De la Asturias sin complejos que se sabe única y universal a un mismo tiempo. El orgullo y la autoestima nos piden más. Como concluyó Vanessa Gutiérrez, ¡puxa Asturies!
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