Opinión | Sol y sombra

Mejor tomárselo a broma

Quizás haya que empezar a tomárselo a broma. Lo divertido no es lo contrario de serio, decía Chesterton; únicamente es lo contrario de aburrido. El mundo es una pompa banal con pretensiones inauditas que lo ensombrecen todo, hasta el punto que el propio Illa nos parece un personaje digno gracias a esa gravedad meliflua que desprende. ¡Oiga, al menos, es una persona bien educada!, dicen los más indulgentes. Otros, se mofan de él. En su alocución navideña, que llega después del sapo triunfal de su jefe, Sánchez, y del gran discurso de Felipe VI, ha decidido desviarse del espíritu frentista de sus predecesores en la Generalitat, pero evitando llamar a las cosas por su nombre. Habló de la diversidad y del hermanamiento entre los territorios pero no citó en ningún momento el agravio que supone el cupo catalán para el resto de españoles, a los que sin embargo animó a vivir fraternalmente.

Illa es de los que cree que un semblante grave y triste esconde todo lo que hay que esconder, y es capaz de ofrecerte una mano helada para que la choques brindado por una fraternidad que él mismo se encarga de dinamitar con una financiación singular que ofende. Es como si Sánchez le hubiera dado cuerda tras haberlo manejado con los hilos. Todo es falso, nada es verdadero, en esa cara de pez que no deja de languidecer. Es de los que asienten como si su cuello tuviera miedo del peso de su cabeza, que diría Raymond Chandler. Que tengan un venturoso año.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents