Opinión | Editorial

El despegue empresarial de Asturias, el objetivo primordial para 2025

Hacer política económica no significa rendirse al poderoso y abandonar al obrero, dialéctica trasnochada, sino lo contrario: con dinamismo y flexibilidad, multiplicar el empleo

El despegue empresarial de Asturias, el objetivo primordial para 2025

El despegue empresarial de Asturias, el objetivo primordial para 2025 / LNE

Cada comienzo de año resulta propicio para enmendar el rumbo, renovar propósitos y establecer metas que alcanzar en los doce meses siguientes. La mayoría de las mejoras para Asturias que pueden prometerse en estos momentos acabarían llegando por sí solas por el efecto arrastre de cumplir únicamente un objetivo absolutamente primordial: el despegue empresarial de la región.

El 2024 dijo adiós con una estadística positiva, la de población, y otra negativa, la serie 2000-2023 de la Contabilidad Regional, que permite a los especialistas extender un certificado: la comunidad es la que menos progresa del país en lo que va de siglo. Dos caras opuestas de una misma realidad, pero ambas ciertas. Tan dañino resulta cebarse en lo malo, la postura autodestructiva del derrotista, como resaltar únicamente lo bueno, el espíritu complaciente del mediocre para eludir el esfuerzo de enderezarse. La actividad avanza al ralentí y no logra superar este peculiar síndrome bipolar desde la reconversión. El pesimismo patológico con que una mayoría revisa los indicadores es en realidad su escudo protector frente a la desazón del atraso.

Uno de cada cuatro concejos gana vecinos procedentes de toda España, una novedad, además de extranjeros. Tomemos nota. No por casualidad los que amplían censo coinciden con los líderes en riqueza y los de mayor dinamismo. En PIB, empleo y horas trabajadas, el Principado solo logró superar en este primer cuarto de siglo a Castilla y León. Si en vez de atender a magnitudes globales se desglosan por habitante, el Principado sale en cambio favorecido. El efecto estadístico por la pérdida de población explica el trampantojo al dividir un poco más entre menos. La amortiguada caída de los sectores productivos, las prestaciones sociales y las elevadas pensiones todavía permiten una holgada renta bruta por habitante. En corto y por derecho: Asturias goza de unos ingresos per cápita por encima del rendimiento de su trabajo. Un espejismo insostenible si no halla respaldo en un avance sólido de la economía real. Los mecanismos de transferencia y equilibrio territorial que garantizan la solidaridad nunca estuvieron tan cuestionados.

El presidente Barbón gusta de acabar diciembre comprometiendo objetivos de año nuevo. Costumbre saludable cuando detalla cosas concretas y un método sencillo de ordenar prioridades y escrutar su cumplimiento. De las 25 del 2025, seis implican ayudas de todo tipo; cinco, contratar más funcionarios, y tres, impulsar nuevos organismos públicos. Algunas son ambiguas, como esos pactos por el medio rural y la ciudadanía. Otra vez el socio minoritario tomando la delantera. Una llega tarde. El plan para la cultura sidrera debió ser antes y no después de la declaración como Patrimonio Mundial para ahuyentar críticas de imprevisión y oportunismo. Faltan las cercanías, como gran infraestructura vertebradora por la que apostar, y una atención específica al Suroccidente y las Cuencas, comarcas sufridoras en silencio de una debacle.

Pero todas esas aspiraciones, hasta la de aliviar el problema de la vivienda, se solucionarían casi automáticamente y en cadena con medidas eficientes para garantizar la supervivencia y desarrollo de empresas competitivas, nunca las extractoras de fondos, redoblar su tamaño y atraer empresarios a cientos. El Principado, región de sobresaliente, no debe conformarse con suficientes raspados, igual que el estudiante talentoso y desaplicado. Hacer política económica y fiscal no significa rendir pleitesía al poderoso y dejar en la estacada al obrero, dialéctica trasnochada de la prehistoria de la revolución industrial todavía imperante –como si no hubieran transcurrido tres siglos–, sino lo contrario: imprimir dinamismo y flexibilidad para multiplicar el empleo y quemar la grasa que dilapida recursos improductivos. No cabe esperar resultados distintos haciendo lo mismo de siempre. Cuándo caerán en la cuenta nuestros gobernantes. n

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