Opinión
La mazana mayuca y El Musel
La mentalidad mágica asturiana: creer que alguien está obligado a seguir manteniendo nuestro estatus sin soportar ruidos ni moscas
"D. Lope, aquesto ya es hecho. / Bien dada la muerte está; / que errar lo menos no importa / si acertó en lo principal"
Nuestra Asturies se parece cada vez más a una de esas manzanas cuya conservación se prolonga durante meses, siguen siendo manzanas pero, aunque su deterioro externo no sea excesivo, su interior ha perdido progresivamente carne y sustancias.
Pese a algunos chispazos tan engañosos como poco consistentes, el ligero aumento de población, el crecimiento del turismo, las segundas residencias para foriatos, los datos son demoledores: desde el año 2000 hasta hoy hemos crecido la mitad del resto de España, aumentado un tercio los empleos menos de lo que lo han hecho fuera, las horas trabajadas han aumentado un exiguo 2,6%, frente al resto, 19,5% de media. Y, por si fuera poco, la emigración de la gente preparada no cesa: solo el año pasado 5.198 asturianos escaparon a buscar mejor empleo. Y es que nuestra economía es pobre, nuestras empresas pequeñas, la actividad escasa, los puestos de trabajo bien retribuidos, pocos.
Y, sin embargo, una importante parte de la población, al menos la que mete ruido, piensa que vivimos en un mundo inmejorable y que nuestras condiciones de vida no solo no han de empeorar, sino mejorar, y que en todo caso, alguien, el Estado seguramente, está obligado a proporcionarnos bienestar de forma indefinida. Es más, se piensa que las actuaciones de quienes aquí vivimos no tienen nada que ver con parte de nuestros problemas y, que, por ejemplo, si impedimos que se construya un polígono industrial o se instale una industria, ello no tiene que ver con el paro o la emigración, que son variables independientes.
Y es que desde hace tiempo se ha instalado en nuestra nación una especie de mentalidad mágica: queremos bienestar garantizado y empleo, pero no queremos, como los de Síbaris, ni industrias, todas son contaminantes, ni alternativas energéticas –molestan a la vista o los pájaros–, ni almacenamientos de la volátil energía que depende del viento, ni prospecciones mineras ni minas –estropean el paisaje de prados vacíos, podrían contaminar–. Nos negamos, en suma, a todo aquello que, en el pasado, ha cimentado nuestra riqueza y bienestar presente, la industria y la minería, que podría seguir, en parte, fundamentándolo en el futuro. Vivimos en un mundo mágico, cuyo sustento último es, quizás, la creencia de que alguien está obligado a seguir manteniendo nuestro estatus sin que nosotros tengamos que soportar ruidos ni moscas.
El Musel, el puerto industrial de Xixón, y el polígono creado sobre el relleno del mar con la ampliación de la época de Areces, es hoy un foco de tensión por los tráficos que desenvuelve, que causan molestias a los vecinos, tanto de contaminación acústica como respiratoria. Para, en teoría, solucionar o dulcificar el conflicto, se había pensado en una solución inicial de soterramiento que ha sido rechazada por quien debería pagarla, el Gobierno central, al parecer de algunos, con argumentos no del todo convincentes.
Y desde ese momento se ha iniciado una pelea de sordos. Ayuntamiento y vecinos no aceptan otra solución que la suya o la supresión casi absoluta de los tráficos, el Central sigue en su propuesta. Al mismo tiempo el Gobiernu asturianu se ha comprometido a buscar soluciones alternativas, llevando por Aboño los tráficos –con la oposición, ahora de los vecinos de este valle–.
Seguramente, la solución vendrá de una combinación de medidas, que mitiguen lo más posible las molestias vecinales, y que no causen demasiadas perjuicios al tráfico o el encarecimiento del transporte. En todo caso, lo que no debería ocurrir es que las soluciones se dilatasen "ad kalendas", como tantas veces en Xixón y Asturies, entre otras cosas porque nadie quiera oír ni acordar con los demás, por creer que tiene razón o por creer que tiene votos.
Porque no hay que olvidar que la pieza intocable es aquello en que trabajan tantos y de la que, en último término, todos dependemos, aunque sea en una pequeña cuota: el puerto de El Musel, sus servicios, sus industrias y sus tráficos, aquello que nos permite que la mazana no siga agurriándose en exceso.
Acudiendo a las palabras del Rey en "El Alcalde de Zalamea", si el conflicto alguna vez se apacigua o resuelve, ¿cuál habrá sido "lo menos" y cuál "lo más"? n
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