Las redes no son medios, ¿y los medios son redes?

El fantasma de Elon Musk recorre estos días Europa. La socialdemocracia zombi y el periodismo aristocrático han caído en la trampa del trumpismo y mientras critican al magnate contribuyen a engrandecerlo bajo el manto demoscópico de la polarización. Son los mismos que hace nada, como explicaba en primera persona Luis Sánchez-Merlo, lo invitaban para recibir lecciones del que entonces era un visionario y ahora es un villano. Muy a menudo, los partidos líderes de las segunda mitad del siglo XX se ceban contra la extrema derecha cuando en realidad su pregunta debería ser otra: ¿por qué han perdido la confianza de quienes fueron sus votantes? La extrema derecha hace trampas, morales, dialécticas y políticas. Pero no gana solo por eso, ni principalmente por eso. Gana porque el centro derecha y el centro izquierda acumulan a sus espaldas a los Craxi, a los Miterrand, a los Bárcenas, a los Zaplana, a los Roldán, a los Pujol, a los Macron, a los Kohl y a tantos otros que les llevaron a anteponer intereses privados al interés general en las leyes, los presupuestos y los contratos. Y el problema no es su existencia, sino la impunidad con la que los trataron.

Algo parecido ocurre con las redes sociales y los medios de comunicación. Los usuarios han abandonado a unos por las otras. En parte porque usan la tecnología de una manera nada transparente. En parte porque actúan en un régimen de estraperlo porque dan los mismos servicios, aparentemente, bajo reglas diferentes. Pero en parte también porque los medios habían, habíamos, perdido la confianza de los lectores, pensando que su fuerza residía en la capacidad de imprimir o de emitir y no en el vínculo con la audiencia. Los medios locales, con mucho más arraigo, resisten mucho mejor el empuje de las redes. Entre otras cosas, porque ellos mismos son redes y, en lugar de dictar a la audiencia lo que tiene que hacer o pensar, se esfuerzan por ser portavoces de su comunidad. Hagan buena política y hagamos buen periodismo y Elon Musk quedará como lo que es, un payaso.

Suscríbete para seguir leyendo