Opinión
¿Y si adoptamos mentalidad ganadora para 2025?
Si lo local se alía con lo metropolitano, ganamos: la aglomeración es una de las fuerzas económicas más poderosas del mundo; la concentración de seres humanos genera sinergias que aumentan drásticamente la productividad; la cifra clave para subir a esa liga de campeones es la de 500.000 habitantes.
Si, ante los retos geopolíticos y tecnológicos, superamos los cómodos inmovilismos y con visión y determinación convertimos las muchas oportunidades en logros valiosos, ganamos: para eso se requiere un profundo plan de reformas, que en la anterior legislatura fue propagado de forma atractiva e ilusionante bajo la denominación de la Década del Cambio, que iba muy bien encaminado en sus intenciones, pero cuyo recorrido lamentablemente fue corto.
Si nos liberamos de los burocratismos, que van mucho más allá de la necesidad de controles eficientes y efectivos -y que, como ya apreciaba Weber, el padre de la sociología, nos confinan a una jaula de hierro, encerrando creatividad, innovación y dinamismo-, ganamos. Estos lesivos excesos de burocracia fueron correctamente diagnosticados con esa sugerente propuesta a la que se denominó Guerra a la Burocracia ¿Dónde quedaron los tambores de esa guerra de la que nunca más se supo? En la actualidad, lo sabemos por experiencia, las administraciones públicas que disponen de un sistema ágil, digitalizado y eficiente lo convierten en el principal factor de competitividad para la atracción de inversiones empresariales productivas.
Si dejamos singularidades fiscales asturianas, catalanas, vascas, etc. y nos orientamos a una fiscalidad más inteligente que ideológica al servicio del mejor desempeño económico, pilar del bienestar social, ganamos. Conviene recordar que los presupuestos públicos se obtienen con impuestos a familias y empresas, los gastos, por lo tanto, tienen que estar muy bien justificados, atender a principios de eficiencia y ser sometidos a evaluaciones transparentes.
Si la política se orienta más al interés general que al interés partidista, ganamos.
Si, ante los inquietantes retos de financiación autonómica, los representantes políticos, económicos y sociales anteponen sensatez y la defensa de los intereses de Asturias, ganamos: el Estado es la fuerza compensatoria más potente, si lo debilitamos, perdemos.
Si las diferencias no son impedimento para encontrar intereses comunes, ganamos.
Si tratamos a las personas con amabilidad y a los problemas con rigor y exigencia, ganamos.
Si pasamos del juego de suma cero al de no suma cero, ganamos: si repartimos una tarta grande ganamos más que si repartimos una tarta pequeña.
Si cuidamos de los que lo necesitan, pero todos nos comprometemos con el interés general, ganamos
Si pensamos más como la hormiga que como la cigarra de la fábula, ganamos en seguridad, confianza y en justicia intergeneracional.
Si superamos la ética del engaño por la ética de la virtud, ganamos: algo así como en la canción de Sabina, que las verdades no tengan complejos y que las mentiras parezcan mentiras.
Si, ante la libertad de poder comunicarse con cualquier persona, no optamos por hablar solo con quienes ya forman parte de nuestro mismo grupo, ganamos en calidad deliberativa, principio de nuestra democracia.
Si aceptamos que la convivencia en armonía, basada en el respeto y la tolerancia, es el primer factor de prosperidad y cohesión social y renunciamos al resentimiento, el malestar y la fragmentación identitaria como relatos políticos emocionales, ganamos.
Si completamos el círculo virtuoso del bienestar social: progreso económico, cohesión social, sostenibilidad y promoción de nuestros valores culturales, ganamos: con más empresas, más prosperidad, con más leal colaboración público-privada, más ganancia colectiva; para que se expanda la actividad empresarial se requiere facilitar a las empresas las condiciones para su desarrollo, especialmente, que puedan competir en la liga nacional e internacional en buenas condiciones de partida.
¡Qué fácil resulta ganar habiendo mentalidad ganadora! n
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