Opinión

Un umbral por superar

La progresiva, pero lenta, feminización del Ejército español

Lo que opina el decano de los sociólogos de las pocas mujeres que van en Elcano con Leonor

Lo que opina el decano de los sociólogos de las pocas mujeres que van en Elcano con Leonor

La formación militar de la Princesa de Asturias parece haber situado bajo los focos de la actualidad el rol de las mujeres en nuestras Fuerzas Armadas. Ahora que toca hacer balance de nuestros logros y fracasos como nación durante el medio siglo transcurrido desde el fallecimiento del general Franco, quizá no esté de más reparar en la modernización de nuestros ejércitos. Y uno de los símbolos de esa puesta al día, siguiendo la estela de otros países, fue la incorporación a filas de las mujeres en febrero de 1988. Comenzó con limitaciones a ciertos cuerpos y escalas que fueron cayendo con el paso de los años, hasta que 2007, con la aprobación de la Ley de Carrera Militar, la apertura fue completa y en igualdad de condiciones con los varones.

Tenemos ya, por tanto, una perspectiva de 37 años para analizar el impacto de aquel decreto de comienzos de 1988, con cinco mujeres que han alcanzado el generalato. El Ministerio de Defensa publica cada año el "Informe anual de evolución de la mujer y el hombre en las Fuerzas Armadas", con numerosos datos sobre esa "evolución" que permiten espigar algunas tendencias y matices interesantes.

Sorprende, primero, lo irregular de la pauta temporal de incorporación a filas de las mujeres, con inflexiones marcadas quizá por los hitos legales de apertura legal: en una primera etapa, de 1988 a 1997, es muy lenta, alcanzándose sólo un 2% de efectivos femeninos. En una segunda, hasta 2005, la incorporación se acelera, alcanzando el 12%. Y, en una tercera, hasta la actualidad, el incremento es constante, pero se ralentiza, alcanzando en 2023 el 13,1% de la tropa. Una cifra en línea con el promedio de la OTAN, también en el entorno del 13%. No sabemos por qué cuesta tanto superar ese umbral. Quizá, señala algún autor, por la vinculación de los ejércitos, como ocurre con otras profesiones, con valores "masculinos".

Un umbral por superar

Un umbral por superar / LNE

Despunta también la especialización por escalas de las mujeres en las Fuerzas Armadas. Las consecuencias son cierta polarización en las ocupaciones, mayor temporalidad que entre los varones y una predilección por cuerpos que podríamos denominar burocráticos. Así, se registran tasas relativamente elevadas de feminización en Tropa y Marinería (15,3%), especialmente en Marina y Aire y Espacio. Y una temporalidad superior, en general, a la de los varones. En paralelo, en los Cuerpos Comunes –Jurídico, Intervención, Sanitario, ...– las mujeres componen el 36,3% del personal, alcanzando el 43,5% en el caso de los mandos Oficiales de Carrera. Y suponen casi la mitad del personal civil.

Son tendencias que replican, en cierta manera, las del conjunto del mercado laboral. Alta participación femenina en ocupaciones cualificadas, como las administraciones públicas, la salud, servicios sociales o la educación, como en otras más elementales y sujetas a temporalidad como la hostelería, el comercio o los cuidados informales. Y baja participación en ramas industriales y trabajos manuales en general, o en disciplinas STEM como ingenierías, informática o matemáticas.

Queda por evaluar el impacto que las imágenes de la alférez y guardiamarina Leonor de Borbón puedan tener en la incorporación de las mujeres a nuestros ejércitos. Presumo que poco. Mientras tanto, creo que podemos afirmar que las Fuerzas Armadas, y obviando al desaparecido servicio militar obligatorio, son cada vez menos ajenas al mundo civil. Porque se parecen cada vez más, y desde luego, más que hace medio siglo, en lo bueno y en lo menos bueno, a la sociedad que, por mandado constitucional, tienen la misión de defender. Quizá por ello figuran, año tras año, entre las instituciones más valoradas por la ciudadanía.

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