Opinión | EL TRASLUZ
Naturalezas patológicas

Olistración. / Shutterstock
¿Cuánta cantidad de fracaso cabe en un éxito? Pregúntenselo a Janis Joplin, no sé, a Hemingway, a Virginia Woolf, a Anne Sexton, a Mishima, a Foster Wallace, a Robin Williams, a Mark Rothko, a Kurt Cobain, pregúntenselo a Alfonsina Storni, a Violeta Parra, pregúntenselo a ustedes mismos. ¿Qué ven dentro de la caja del éxito cuando la abren? ¿Cuáles son los estándares de éxito que nos propone el mundo y qué relación guardan con los de la dicha de orden personal? ¿Se puede trabajar en una oficina y ser feliz? ¿Se puede dirigir una multinacional y ser desdichado? La dicha y la desdicha son muy suyas, tan suyas que hay gente que solo encuentra la dicha en la desdicha.
¿Cuánta cantidad de dicha cabe en la desdicha? Sé de gente que es feliz en la queja. Por lo general, no lo sabe. No solo no lo sabe, sino que está convencida de que sería más feliz en el contento. La psicosomática trata un poco de esto: de cómo el objetivo del malestar físico, con frecuencia, no es otro que el de tapar el dolor moral. Una buena gastritis resulta incompatible con la preocupación por el hambre en el mundo. Quien dice una gastritis dice una migraña brutal o la amputación de un pie gangrenado. El bienestar físico tiene ese peligro: el de dejar abierta la entrada al malestar emocional,
Todo esto es muy complicado porque remite a su contrario. Está uno feliz porque acaba de ganar un concurso literario y le llaman por teléfono de Amnistía Internacional para recordarle lo mal que están la cosas ahí fuera y lo importante de una donación para la causa. La euforia, paradójicamente, es la mensajera de la depresión. Casi resulta preferible una depresión atenuada, una tristeza floja, de las que te dejan un sábado por la tarde en casa a merced de lo que pongan en la tele, que una alegría condenada a transformarse en frustración a lo largo de la madrugada. Veo que mi gato no tiene estos problemas porque carece de las contradicciones propias de los seres humanos. Entendemos por contradicción que a uno le guste comer lo que le hace daño o que le guste el daño provocado por una relación sentimental tóxica. Significa que en la naturaleza no hay sadismo ni masoquismo, ni siquiera sadomasoquismo. Eso no quiere decir que no seamos naturaleza, claro, pero somos una naturaleza rara, patológica, que se suicida cuando le va bien y aguanta cuando le va mal. En fin.
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