Opinión | un millón

El fiscal tiene que serlo

El fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz.

El fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz. / EP

El diccionario conserva "caballero de la industria" para "el hombre que con apariencia respetable vive a costa ajena por medio de la estafa o del engaño". Empresario es la palabra del sistema y significa lo que sabemos, aunque también se aplica a los novios de las famosas que las hacen reír sin oficio conocido y se la aplican los mafiosos y los narcotraficantes. Cuando dice alguien que es empresario puede ser un paladín del capitalismo o un delincuente. Hay empresarios que creen ser las dos cosas a la vez, pero, si nos rige la ley, son delincuentes, los pillen o no. Siempre los delincuentes –confundidos por el negocio y el lucro en la estafa, el soborno y el comercio ilegal– se llaman empresarios y no otra cosa... optometristas, por ejemplo. Por eso hay que andarse con ojo y tener mucha agudeza visual en los negocios.

El caso de un presunto delincuente confeso llamado Alberto González Amador (novio confeso de Isabel Díaz Ayuso, presidenta electa de Madrid) que se forró vendiendo mascarillas con pandemia y sin controles e, insatisfecho con el beneficio, presuntamente cometió delito fiscal que presuntamente reconoció ha mutado en el caso del fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, a quien Ángel Hurtado (un juez instructor del Tribunal Supremo) ha imputado por un supuesto delito de revelación de secretos.

Es repugnante la delincuencia fiscal y da arcadas que el director del gabinete de la novia del presunto delincuente confeso, Miguel Ángel Rodríguez, en trabajo vicario, presuma de un presunto delincuente confeso "que es un hombre honorable al que pillaron en dos facturas y ya está". Es frustrante no tener conocimientos para dirimir si el juez acierta en lo que imputa, si se equivoca o si le guía otro interés, pero no escandaliza tanto que un empresario delinca o que un delincuente emprenda como que lo haga un fiscal general por desmentir un bulo, por un grave error o por obediente. Porque el delincuente se puede llamar empresario y el empresario puede delinquir, pero el fiscal no, señor juez.

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