Opinión

El nuevo año vital

Las celebraciones están bien, y los calendarios, sean gregoriano, eclesiástico, astronómico o fiscal, hay que respetarlos, pero el año nuevo empieza cuando empieza, o sea, cuando lo notamos en nosotros, algo que puede suceder hacia mediados de enero y algunos confunden con un anuncio muy precoz de la primavera. A fin de cuentas hablamos de un renacer de la vida al crecer las horas de luz, y, formando nosotros parte de ella, si afinamos mucho la atención podemos llegar a notarlo por dentro: una neurona que sesteaba con ganas de jubilarse e inesperadamente abre los ojos, un dolorcito de otoño-invierno que se cansa de sí mismo, unas ganas de algo (aunque sea un algo tan blanco como pillar un libro o ir al cine), una preocupación que de pronto baja de tono, una idea que rebulle en un terreno que parecía yermo, qué se yo. El caso es pillar el año vital por ahí, para que no se escape.

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