Opinión
Luna llena de enero
La luna llena de enero presidía, anteayer, la noche más fría del año. Era natural que se abrigara, asomándose y ocultándose bajo la manta, una textura grisácea de nudos entre cuyos calados se dejaba ver el cielo del fondo. La mantita de nubes, algo deshilachada por los bordes, se movía muy despacio, cambiando su hechura interior, aunque sin perder la compostura para estar a tono con los astros y su tempo. La idea de "tiempo astronómico" siempre nos impone mucho, quizás por la aparente quietud de las estrellas, o incluso por la de la más cercana, el sol, del que tenemos la certeza de que se mueve (en realidad nosotros) sin que haya modo de verle hacerlo. La también aparente quietud de la luna, en contraste con el correrse de la mantita bajo ella (sobre ella, vista desde su lado), le daba una gélida altivez, pero imaginar que trataba de abrigarse la volvía casi humana.
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