Opinión

Oportunidades y desafíos para el turismo asturiano

La crisis de las zonas masificadas da ventaja a la región para construir una alternativa de calidad que alargue el éxito del sector otros cuarenta años

Asturias, paraíso natural.

Asturias, paraíso natural. / Mariola Riera

Cuarenta años del logo de "Paraíso natural", otros tantos del Prerrománico como patrimonio mundial, diez desde que logró tal reconocimiento el Camino de Santiago… A tres días de la apertura de Fitur en Madrid, Asturias tiene mucho que celebrar en 2025 y el reto de superar las dos asignaturas turísticas que se le atragantan: la ocupación fuera de temporada alta y la llegada de extranjeros. 

Un viernes 26 de abril de 1985, el Principado presentaba un logotipo, la ventana trífora de Santa María del Naranco con los montes y las playas al fondo, y un eslogan, "Asturias, paraíso natural", ideado para explorar una actividad económica naciente. La imagen, defendían sus creadores, "debería tener una vigencia de al menos ocho o diez años" y el entonces consejero del ramo sentenciaba: "Asturias ha despreciado el turismo, error que estamos dispuestos a corregir. En dos lustros, el turismo asturiano puede tener un peso más importante, como creación de riqueza, que la siderurgia". Y Ensidesa tenía de aquella 20.000 trabajadores.

Fue un visionario. El popular icono que identifica al Principado ha resistido con excelente salud cuatro décadas. El sector representa hoy un 12% del PIB regional. Superior, efectivamente, a Arcelor, similar al metal en su conjunto. Otro integrante de aquel primer gabinete autonómico definió años después, en afortunada síntesis, la naturaleza del cambio: "Somos la región del oso y del acero". Naturaleza e industria, como pilares. El turismo sustenta uno de los grandes motores de la economía española y empieza a serlo de la asturiana. Dos millones de visitantes el año pasado y cinco millones de pernoctaciones.

El ansia por viajar, conocer y experimentar nuevas sensaciones crece exponencialmente desde la pandemia y hace despegar el interés por el Principado. Este feliz aluvión debería transformarse en el principal acicate para potenciar los recursos culturales, embellecer el patrimonio, cuidar el entorno, impulsar el comercio local y mejorar los servicios, lo que también beneficia a los asturianos.

Si en el principio fue el turismo rural –en cifras altas, aunque estancado–, ahora puja el urbano. Las carreteras se multiplicaron y la Variante derribó la Cordillera. Los vuelos baratos revolucionaron el ocio. Una lástima perder la autopista del mar. Los cómodos accesos actuales facilitan viajar todo el tiempo. Llegan más turistas fuera de temporada, pocos todavía, pero faltan paquetes específicos para conquistarlos, particularmente a los extranjeros. El Prerrománico, la programación cultural, los deportes extremos, la gastronomía, la fauna, las cumbres, el agua, el ciclismo, las estrellas... Hay una Asturias con encanto para cualquier gusto.

Para dar continuidad a esta historia de éxito, conviene escribirla no solo a golpe de récord, aunque los problemas de saturación que castigan otras zonas todavía estén aquí muy lejos de replicarse. A diferencia de lo que ocurre en puntos conflictivos de las islas o el Mediterráneo, los visitantes no perciben Asturias como un territorio hostil, sino hospitalario. Los locales tampoco ven trastornada su vida por los foráneos, hacia los que muestran agradecimiento.

Contemplar las tensiones desde la lejanía permite anticiparse. El Principado toma ventaja para aprender y construir una alternativa de calidad que evite convertir los cascos antiguos en parques temáticos o en complejos hosteleros gigantes. Y para atajar el drama del acceso a la vivienda, combustible contra el visitante en las zonas tensionadas. La vigencia durante casi medio siglo de los mismos lemas y emblemas da cuenta de su atinada elección y de que los aciertos se impusieron a los errores. Pero esta industria resulta tan fácil de deslocalizar como mover una maleta. Para que la gloria dure otro tanto hay que trazar un plan y afinar el modelo. En la cresta de la ola, no cuando sea tarde. Amenaza comparable al turismo masificado es la complacencia.

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