Opinión | Un asturiano en Londres

El auge de una nueva cleptocracia

Los magnates tecnológicos pugnan por mostrar su lealtad a Trump

Elon Musk haciendo un gesto parecido al nazi tras la investidura de Donald Trump.

Elon Musk haciendo un gesto parecido al nazi tras la investidura de Donald Trump. / DPA/ K.C. Alfred

Con la toma de posesión del 47.º presidente de Estados Unidos, el país ha dado un paso más hacia una transformación política y económica que redefine sus valores fundamentales. Lo que alguna vez fue el sueño americano, esa promesa de igualdad de oportunidades y progreso, parece desvanecerse frente a un sistema que privilegia a una élite cada vez más concentrada en el poder.

A diferencia de hace cuatro años, cuando ninguno de los magnates tecnológicos más influyentes asistió a la inauguración de Joe Biden, esta vez ocuparon las primeras filas de la ceremonia como si se tratara de una audiencia con un monarca. Mark Zuckerberg (Meta), Tim Cook (Apple), Jeff Bezos (Amazon), Sundar Pichai (Google), Elon Musk (Tesla), Sam Altman (OpenAI) y Shou Zi Chew (TikTok) no solo estuvieron presentes, sino que parecían competir por demostrar su lealtad al nuevo presidente.

Estas figuras, plenamente conscientes del auge de una cleptocracia que ahora define el entorno político, ofrecieron no solo su presencia, sino también contribuciones millonarias y gestos públicos de apoyo estratégico. Mientras Biden no contó con el respaldo simbólico ni financiero de estos gigantes tecnológicos en su momento, Trump ha sabido aprovechar la oportunidad para escenificar una relación sin precedentes entre el poder político y corporativo. En un espectáculo cuidadosamente orquestado, los líderes de Silicon Valley no escatimaron en mostrar su subordinación, sellando una alianza que amenaza con consolidar un sistema al servicio de una élite privilegiada.

El giro estratégico de estas empresas no es accidental. Con una Administración MAGA que coloca a Trump como epicentro del poder, la búsqueda de privilegios regulatorios y la protección frente a investigaciones antimonopolio se han convertido en prioridades. La reciente decisión de Zuckerberg de eliminar los programas de verificación de hechos en Meta y adoptar el modelo de "notas comunitarias", inspirado directamente en X (la plataforma de Elon Musk), refuerza esta tendencia. En su intervención en Fox News, Zuckerberg alabó abiertamente la estrategia de Musk, mostrando su alineación con el "presidente no electo" de Estados Unidos, que ejerce una influencia desmesurada en la política y la economía del país.

Este movimiento, sumado al control que estas plataformas ejercen sobre el flujo global de información, está provocando un giro inquietante hacia las posiciones del Partido MAGA. Desde el dominio de Meta a través de Facebook e Instagram, pasando por el control de X bajo Musk, hasta la influencia del "Washington Post" de Bezos y el reciente viraje conservador del periódico "Los Angeles Times", el paisaje mediático estadounidense está cada vez más marcado por narrativas que refuerzan una agenda que prioriza el poder sobre los principios democráticos.

Las consecuencias de esta deriva son alarmantes. La eliminación de las moderaciones de contenido y la proliferación de discursos polarizadores han allanado el camino para la desinformación y el odio, dejando a las comunidades más vulnerables expuestas. El colectivo LGBTQ+, por ejemplo, ya se encuentra en el punto de mira de una nueva oleada de intolerancia, un patrón que la historia nos enseña a no subestimar. Hoy es LGTBQ+; mañana, otro colectivo.

Mientras tanto, el Partido Demócrata parece perdido en su laberinto. Tras una derrota electoral aplastante, los líderes de la formación intentan recomponer un discurso que se ha mostrado incapaz de conectar con la clase trabajadora. Factores como una excesiva dependencia de la política identitaria y la falta de respuestas claras frente al desafío de la inmigración ilegal han contribuido a su desconexión con amplios sectores de la población. En contraste, Trump y su Partido MAGA han sabido capitalizar estas debilidades, presentándose como la única fuerza capaz de defender las fronteras y restaurar un supuesto orden perdido.

La democracia estadounidense se enfrenta ahora a una amenaza sin precedentes. Trump, maestro en la escenificación del poder, ha logrado transmitir un mensaje claro: él encarna un nuevo orden en el que el poder político y corporativo se fusionan sin escrúpulos. Y los magnates tecnológicos, conscientes de las implicaciones, han optado por ser cómplices de este sistema emergente.

La historia será implacable con quienes eligieron el beneficio propio a costa del bien común. Si permitimos que esta cleptocracia se consolide, no solo sacrificaremos nuestras democracias, sino también nuestra capacidad de imaginar un futuro donde la justicia y la igualdad sean algo más que ideales vacíos.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents