Opinión | Análisis
La larga resaca congresual y el bolígrafo de Barbón
El Ejecutivo supera batallas y el Presidente se enfrenta al debate sobre si ajustar su Gobierno y cuánto
A las cuatro de la mañana del pasado 18 de enero, dicen, ya se habían apagado los corrillos en la carpa-bar instalada en la explanada del Niemeyer con motivo del congreso autonómico de la FSA, pero en los garitos avilesinos aún se brindaba por un acuerdo interno que sellaba la idea de unidad, que remarcaba el liderazgo interno de Adrián Barbón y que permitía a los socialistas asturianos reforzar el escenario de un tiempo de combate pensando ya en las elecciones de 2027. Lo que no intuían quienes exprimían las últimas horas de festejo, entre risas y recuerdos de juventud, era que la resaca congresual terminaría con un inevitable dolor de cabeza.
Adrián Barbón creía que ya podría otorgarle un descanso a su ya simbólico bolígrafo "roller" (la metáfora para referirnos a los ajustes de nombres). Después de haber encajado el diseño de la nueva Ejecutiva del partido y de haber hecho casar todas las demandas para componer el comité autonómico, ya era hora de tomarse un respiro. Congreso y Fitur... y enero se va, pensaba el Presidente. Nada más lejos de la realidad, pero antes hay que repasar las claves de lo que ocurrió en el congreso avilesino.
El reconocimiento avilesino. Luis Ramón Fernández Huerga es un tipo pausado, seguro, un motor diésel en política. Hizo un máster en política en el PSOE avilesino, con Álvaro Álvarez como catedrático de tacticismo. Pero más allá de las batallas históricas en la FSA, la mayoría ya lejanas, el que ha sido secretario general del PSOE de Avilés está reconocido puertas adentro como alguien con la autoridad y el perfil necesario para poner las huestes firmes pensando en la batalla electoral de 2027.
Pero el ascenso de Huerga a un puesto orgánico clave en el partido va más allá de su nombre. Supone un reconocimiento a la agrupación avilesina, que ahora representa para el PSOE el poder municipal más relevante en Asturias. Con un PSOE que parece de otro planeta en Oviedo y unas complejas relaciones en Gijón, Avilés es un refugio perfecto. La agrupación avilesina no fue mayoritariamente sanchista ni barbonista, pero superado eso no ha dado un sobresalto. Y encima, es un escaparate perfecto para trasladar la idea de una transformación industrial verde e innovadora. Como se ha dicho, el PSOE de Avilés elige siempre candidato perdedor en las primarias pero es el más leal con quien gana.
El mimo del Principado hacia Avilés es evidente. ¿Qué no hacer con el principal concejo en el que se gobierna? El Principado se ha esmerado en inversiones para apuntalar la idea de un municipio que pretende ser punta de lanza en innovación y ejemplificar la transformación económica de los tiempos verdes. ¿Alguien hubiese imaginado, por ejemplo, a principios de este siglo que el SOMA viese con buenos ojos a un dirigente del Avilés que se opuso a Javier Fernández o se alineó con Susana Díaz? Pues eso hoy es posible.
El otro mensaje va para Gijón. Existe una afirmación que actúa casi como axioma: no se puede gobernar en Asturias sin hacerlo en Oviedo o Gijón. El PSOE no lo hace en ninguno de los dos concejos en la actualidad, aunque en Gijón fue el partido más votado por un puñado de votos. Las relaciones de la FSA con los dirigentes de la agrupación gijonesa, nacidos de una lucha cuerpo a cuerpo en Primarias y contra la anterior alcaldesa socialista, está llena de aristas. De ahí que la ampliación del peso orgánico del PSOE de Gijón no pueda entenderse más que como un intento de aparcar diferencias, integrar y consolidar unidad interna ante los tiempos que vienen. Pero los socialistas necesitan colocar un referente de la acción del gobierno regional en la ciudad. La vía para hacerlo es el puerto de Gijón. Y es ahí donde vuelve a escena el bolígrafo de Barbón.
El presidente colecciona bolígrafos, es conocido. Le gusta que se los regalen. No es un purista que prefiera las estilográficas, sino que elige los "roller", que se deslizan con suavidad sobre el papel. Si lo usó para componer la ejecutiva de la FSA, es probable que lo emplee para encajar los posibles cambios de gobierno sobrevenidos. Barbón es celoso de sus decisiones; no le gusta que parezca que nadie le marca el paso en aquello que le corresponde. Pero sustituir al hasta ahora presidente del puerto de Gijón, Laureano Lourido, es una necesidad inevitable.
¿Quién para el puerto gijonés? Varios han sido los nombres que se han barajado internamente, pero siempre con la idea de que la persona elegida se convierta en una referencia del Ejecutivo en Gijón. Circuló la hipótesis de Alejandro Calvo, un clásico de todas las quinielas. Y también en los últimos días ha tomado fuerza la hipótesis de Nieves Roqueñí, actual consejera de Transición Ecológica e Industria. Roqueñí tiene a su favor los mismos argumentos que la llevaron a la consejería: un perfil técnico, cualidad que a veces se considera muy positiva, pero que luego se esgrime como lastre cuando se señalan carencias "políticas".
La hipótesis Roqueñí no está cerrada. La consejera es la opción probable. Si hablásemos de mecánica cuántica diríamos que la presidencia del Puerto de Gijón se encuentra en un estado en el que las probabilidades de una medición Roqueñí son altas, pero aún no ha habido colapso de la función de onda. Ese se producirá, es probable, a lo largo de esta semana que comienza.
El ajuste del Gobierno. Si finalmente Barbón opta por Roqueñí tendrá, inevitablemente, que hacer ajustes en su Gobierno. Hay dos opciones para llevarlo a cabo: con una mera tarea de sustitución (nombrar a alguien que ocupe la consejería que dejaría libre Roqueñí) o plantear una reforma más ambiciosa. Esa es una demanda que lleva tiempo circulando entre ámbitos económicos: la idea de que estamos ante un Gobierno carente de empuje en el marco industrial y empresarial, sin referencias claras ni discurso tranquilizador para ese colectivo siempre inquieto. Bajo esa hipótesis nació, por ejemplo, la urgencia de establecer una oficina económica de la presidencia, que el Ejecutivo ultima y aprobará próximamente.
La opción del superconsejero.
Frente al ajuste básico (sustituir a Nieves Roqueñí por otra persona) está el modelo amplio. Ese incluiría desgajar la parte industrial de la consejería de Transición Ecológica y vincularlo a un área de marcado perfil económico. En los mentideros se cuchichea el nombre del portavoz del Ejecutivo y consejero de Hacienda, Guillermo Peláez, recién incorporado a la Ejecutiva del partido. Pero esta solución pasaría por varios inconvenientes. Primero, sería imposible, como algunos llegaron a plantear, establecer una vicepresidencia económica (dejando a Gimena Llamedo la vicepresidencia más política) porque la ley impide que ese cargo lo ocupe alguien que no sea diputado o diputada. También, porque la ley establece que cada consejería solo puede tener una viceconsejería adscrita. Peláez ya tiene la de Justicia. Armen ahora ese rompecabezas y hagan combinaciones con el Ejecutivo, con lápiz, "roller" o lo que quieran.
El enredo con IU. La pretensión de Barbón de que enero fuese un discurrir suave por la agenda política ha estallado por varios motivos. Uno de ellos, la polémica con IU a cuenta de una proposición no de ley relativa a fiscalidad. Vayamos por partes: el acuerdo para hacerlo existe. Se produjo cuando el grupo parlamentario de Convocatoria por Asturies tuvo que salir a regañadientes para enmendar un error relativo al impuesto de Sucesiones en la ley presupuestaria. El pacto para explorar una fiscalidad mediante una proposición no de ley (un acuerdo político parlamentario), existe. Negociar ajustes fiscales con IU no pasa por conseguir desgravaciones, eso debería haberlo tenido claro el PSOE desde el principio, por mucha diplomacia vaticana que se emplee en la redacción.
Un debate de exégesis. El resumen es que los socios del Gobierno se han enredado en un debate digno de un concilio católico del siglo IV, de exégesis de las Escrituras. La escritura es en este caso la redacción de la proposición no de ley. El texto existió, circuló en el grupo parlamentario de IU, se remitió por whatsapp al consejero de Hacienda, y este, casi al filo de la medianoche, en una habitación del HUCA mientras velaba el sueño de su hijo ingresado, redactó los últimos cambios. ¿Quién dio el OK final? ¿Cuál fue el texto válido? ¿Qué dice exactamente y qué se interpreta en él? Pues con esto ha estado la vida política asturiana agitada. Un acuerdo para salvar una rebaja fiscal que, en sí, probablemente afecte a muy pocos asturianos, para introducir un debate de nueva fiscalidad con tributos que seguramente tampoco tengan gran incidencia. El problema es el concepto: es si el Gobierno está dispuesto o no a convertir la "vía fiscal asturiana" en algo más que descuentos dirigidos a ciertos colectivos. Y la clave está en el Gobierno, no en lo que salga del parlamento en una proposición no de ley que a fin de cuentas solo es una declaración de intenciones. ¿Cuántas veces el parlamento ha instado a Gobiernos a hacer cosas que directamente el Ejecutivo ha ignorado? De ahí lo sorprendente de este asunto, sobre el que ambos partidos tratan de minimizar daños: que un papel pueda generar tantas palabras.
Andanada contra el PP. Todo el PSOE ha salido en tromba y seguirá haciéndolo contra el Partido Popular por el rechazo al decreto ómnibus. No había mejor excusa para poner en práctica el espíritu del congreso de Avilés. ¿No habían previsto los populares las consecuencias de su decisión, además apoyada por Junts, ese partido antiespañol del que no había que fiarse? Fiscalidad o políticas sociales. Esa va a ser la dicotomía de los debates que escucharemos de aquí a la próxima cita con las urnas.
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