Opinión

Herminia, Pauline y Rudiger

La manía de dar nombre de persona a las borrascas

Herminia sopla malos vientos. Es lo que ocurre cuando se altera la naturaleza: que esa señora que convive con la especie humana desde el principio de los tiempos y permanece siempre de guardia, se enfada, ruge y se monta la de San Quintín. Desde que a los meteorólogos les dio por ponerle nombre a las borrascas no salimos a la calle sin consultar en el móvil el estado del tiempo. Coincides en el ascensor con el vecino del séptimo, pertrechado de anorak y paraguas, le ves consultar en el móvil la aplicación que desentraña si van a caer rayos y centellas y le preguntas, en tono irónico: “¿Qué anuncia para hoy Mariano Medina?”. Y el vecino, talludo como tú, responde: “Herminia llega con vientos huracanados de hasta 150 kilómetros por hora. Pero dicen que no será tan cruel como Filomena, pero sí más dañina que Dorotea, que pasó con más pena que gloria”.

Sufrimos la tiranía de la información meteorológica. Los noticieros dedican más minutos a las altas y bajas presiones que a los terremotos en el Barça o al vendaval Mbappé; y casi tanto como al diluvio Puigdemont.

Cuando las borrascas adoptan una magnitud considerable, se les pone nombre de persona, como a los huracanes y los tifones, para identificarlas mejor. Apunten para los próximos meses lo que vaticina el natalicio climático: después de Herminia vendrá Ivo, a quien seguirán, en comandita, Jana y Konrad. Semanas después llegará Pauline, cuyas olas gigantes barrerán la playa gijonesa de Mar y Alicia Álvarez y cederá el testigo a Rudiger. Sí, han leído bien, hay un Rudiger en el listado tormentoso de la temporada. Vayan tomando precauciones; ajústense las espinilleras.

Tracking Pixel Contents