Opinión
Algunas preguntas que debería formularse la Universidad de Oviedo
Una institución segura de sus fortalezas, innovadora, motivada y en sintonía con su tiempo y el entorno, que cultive la excelencia y no la mediocridad, nada tiene que temer

El rector de la Universidad de Oviedo, en el centro, posa con los doctores premiados por la institución durante la celebración de la fiesta de Santo Tomás de Aquino / Irma Collín
La iniciativa particular es el sustento de cualquier sociedad de libre mercado, el revulsivo social y económico que impulsa la actividad, aumenta el empleo y genera riqueza. La llegada de dos universidades privadas a Asturias, a Gijón y Avilés, es una oportunidad para elevar el nivel educativo de la región. También para mejorar la oferta de la única existente hasta la fecha, de titularidad pública.
En pleno siglo XXI, el de la globalización, la telemática, la conectividad y la flexibilidad absoluta, existen pocas cosas tan anacrónicas como resucitar en términos excluyentes el debate entre lo público y lo privado. Más en Asturias, dependiente durante décadas del entramado empresarial estatal. Caro lo pagó su economía. Rescoldos de ese discurso se avivan ante el próximo desembarco de dos universidades privadas. Una polémica tan artificial como innecesaria. Lo importante es contar con una educación pública de calidad, que permita el acceso a cualquier estudiante capaz con independencia de sus recursos. A partir de ahí, el que quiera y pueda, que gaste su dinero como le apetezca.
El Principado era la única comunidad a la que no habían llegado las universidades privadas. Una anomalía que en los tiempos actuales da que pensar. El rector de la Universidad de Oviedo reclama protección para la institución académica ante la aparición de competidores, y reprocha al «entorno social y económico de la región» la falta de apoyo. No es la primera vez que la cúpula universitaria sorprende con un posicionamiento. En octubre, una vicerrectora ya abogó en la Junta por retirar al Consejo Social parte de sus funciones para rebajar los controles. Alguien debería preguntarse muros adentro: ¿Por qué se ensalza tan poco la labor docente? ¿Por qué los asturianos no perciben con suficiente orgullo la Universidad que sostienen ? ¿Por qué existen familias dispuestas a pagar por unos estudios superiores teniéndolos gratis?
La desafección aumenta cuando este motor principal del progreso individual resulta poco útil a los ciudadanos. Los profesionales de la salud escasean. La Universidad no es capaz de graduar a los necesarios, pero ya advierte de que los que estudien carreras en facultades privadas tendrán vetadas sus prácticas en los hospitales del gobierno del Principado. ¿Obstaculizar que aumente el personal médico y de enfermería sin adquirir experiencia en los grandes centros sanitarios es pensar en el bienestar de los asturianos?
Abandonar una red de micromensajes por motivos políticos o pronunciarse sobre el conflicto entre Israel y Palestina parece que preocupa por encima de elevar la competitividad de la enseñanza superior asturiana. Una institución académica segura de sus fortalezas, innovadora, motivada, investigadora y en sintonía con su tiempo y el entorno, que no iguale en la mediocridad ni se conforme con la irrelevancia, nada tiene que temer ante cualquier desafío al que haya de enfrentarse.
Si quiere fomentar una universidad con otros valores y prestar un verdadero servicio a la región, el actual Rector está en las mejores condiciones para lograrlo
Si quiere fomentar una universidad con estos valores y prestar un verdadero servicio a la región, el actual Rector está en las mejores condiciones para lograrlo: en cómoda posición interna, con cinco años largos de mandato por delante y manejando el mayor presupuesto de la historia. Siempre se pide más dinero, aunque nunca se explica para qué. La gestión diaria de lo urgente –los edificios, los cargos, la burocracia– no puede orillar lo importante: la transferencia del conocimiento y la excelencia.
Asturias tiene un debate pendiente sobre la universidad actual y a cuál aspira, qué aporta a la sociedad y para qué la necesita. Un diálogo constructivo, sin maximalismos, ni resistencias retrógradas. Promover la eficiencia en el uso de los recursos públicos resulta perfectamente compatible con alentar la iniciativa privada. En esta época en la que el saber está, gracias a la tecnología, en todas partes, quien se resiste a verlo y se encastilla pone puertas al campo.
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