Opinión
Hombres pájaro: la vida es un cuarto de hora
El salto de Lukas Loibl a través del Ojo de Buey
Hace algo más de un mes, las páginas de este periódico y prensa deportiva dieron cuenta del salto del austriaco Lukas Loibl que, en la variante de salto base, wingsuit flying, despegó de la cumbre de Peña Mea y, a sesenta metros por segundo, atravesó el Ojo de Buey o Arcón de la Finistra. En esa cumbre luce desde 2016 una placa en memoria de Víctor Magdalena Orviz "Chila", con este texto que no sé cómo tomarlo: "Espabila Pocarropa, que la vida ye un cuartu de hora".
Los montañeros solemos subir a Peña Mea andando desde Les Campes de Laviana, por la collada Doñango, la de Pelúgano, las majadas de Collaín y Pedrazo; en la collada Los Palomos pasamos a la vertiente sur, de hayas y barro, y por La Bayuca alcanzamos la airosa cima. Bajamos después, con cuidado, por la Canal de las Cuevas para enhebrarnos en el famoso Ojo (azul si hace buen día), de quince metros de diámetro y trescientos millones de años, que mira al Aramo por un lado y por el otro al Crespón.
¿En qué consiste el wingsuit flying o vuelo de los hombres-pájaro? En lanzarse al vacío desde una montaña y planear cerca de sus aristas, equipados con un traje aéreo o wingsuit, y un paracaídas, que abren poco antes de aterrizar. En verdad, no es un vuelo, es una caída controlada; no es el desafío de Ícaro para llegar al Sol sino que constatan la ley de Newton, y tras una trayectoria de alto riesgo buscan la mejor manera de llegar al suelo. Es el deporte más peligroso que existe y aunque el índice de probabilidad de perder la vida es menor de lo que pudiera parecer, quienes lo practican van añadiendo retos más complicados y acaban estrellándose. Nos ocurre a los escritores: es muy difícil que nuestras palabras vuelen hacia donde pretendemos. Decía Richelieu que dos líneas escritas por cualquiera bastan para procesar al más inocente.
Hay una asociación del wingsuit flying; los aficionados se federan para obtener las ventajas consiguientes en el desarrollo de esta modalidad, y cuentan además con asesores para disuadirnos de esta práctica tan audaz. Algo así escuché a un editor: "Lo más recomendable es no editar mientras se pueda". Por ejemplo, a mí, hombre solamente de una pluma, en esa Asociación de Hombres Pájaro me recomendaron que me federara y que si aguantaba sin saltar durante dos años podría ser campeón de España.
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