Opinión

Trump no ha leído a Adam Smith (seguramente no ha leído a nadie)

Comienza la guerra cruenta de los aranceles

Estamos en guerra. Guerra comercial, se entiende, donde los aranceles se disparan entre unos países y otros como si fueran misiles. En esta contienda no existen aliados: el anuncio de Trump, de instaurar aranceles del 25% sobre el acero y el aluminio que Estados Unidos importe afectará a Europa y tendrá un coste muy elevado. El amigo americano ya solo es amigable consigo mismo.

El mandatario norteamericano, que no habrá leído a Adam Smith o puede que incluso no haya leído en su vida otra cosa que no sean los balances de sus cuentas, utiliza las represalias tarifarias para fortalecer la economía de su país, pero tal vez olvide que los aranceles son arma de destrucción masiva de uso dudoso y peligroso resultado, no solo para los países que los sufren, sino para el que los impone. Así, numerosos economistas consideran que los aranceles a los mayores socios comerciales de EE UU aumentarán los precios que pagan los consumidores estadounidenses. Es muy probable que las empresas trasladen parte del coste de los nuevos aranceles a los ciudadanos del país de Trump para intentar mantener sus márgenes de ganancia. El tiro por la culata.

Se equivoca Trump en un detalle: Europa no es enemigo a batir, aunque a su juicio se trate de un aliado menor al que subyugar. El enemigo es China, con quien América disputa una carrera de fondo por el dominio planetario, tecnológico y militar. Ese dominio requiere de una hegemonía económica a la que los norteamericanos hoy por hoy no alcanzan. De tal manera que la primera escaramuza es apelar al “tú me quitas, yo te quito”. Y que Dios asista al acero y al zinc asturiano.

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