Opinión

Alegría y Díaz

Usted es libre de que le guste o no cómo se expresa la vicepresidenta Díaz, su dicción gutural, sus significantes vacíos y su tonito de madre Teresa de saldo. Parece persona encantadora, a la que vimos planchando porque le relaja, así que suerte tiene de no padecer patología en hombros o muñecas, que las que las sufrimos sabemos que incapacita para esa tarea. Durante el gobierno anterior hicieron cosas chulísimas, aunque no tengamos claras cuáles, luego echó a Montero de sus listas electorales –igual que Sánchez tiene su fiscal general, Díaz tenía sus listas electorales–, y dicen los mal pensados que ella e Iglesias rumian su venganza. Por último cosechó un resultado paupérrimo en las elecciones en virtud de las cuales es vicepresidenta, acarició con mimo al prófugo, reclama entrevistarse sola con él para que le apruebe sus últimas chuladas bilaterales, o sea de ella y los sindicatos, y cada día se la ve más desesperada por marcar perfil propio con una lealtad institucional a su compañero de coalición bastante mejorable.

También es libre usted de que le guste o no cómo se expresa Pilar Alegría, la elegida sin primarias en Zaragoza y a la que no hay que recriminar demasiado sus múltiples gazapos como que Tellado dice soeces o que González fue el primer presidente de la democracia, porque su cargo de portavoz la somete a sobreexposición continua. Ella se pliega servilmente a lo que le manda su líder y en su fervor se extralimita como al dar por sentados los delitos fiscales del novio de Ayuso en la línea de "defraudador confeso" del argumentario monclovita.

Ver a Alegría y Díaz en su última comparecencia ha sido asistir a una farsa surrealista, con ese desleal "eso no es así" de la portavoz a su compi, que parece que se ríen del público, o sea, de los españoles que les pagamos, y sin decoro alguno dejan al desnudo las vergüenzas de un gobierno en el que el único pegamento de la coalición es el deseo de sus miembros de seguir en sus sillones sin que les importe menos que nada el deterioro institucional galopante que protagonizan.

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