Opinión | El pasado del presente

Desestacionalizados: cuando "los mayores" salvaron el turismo

Cuatro décadas del nacimiento del programa que permitió repartir los flujos viajeros fuera de la temporada alta

Desestacionalizados

Desestacionalizados / Pablo García

Josefina Velasco Rozado es historiadora

Entre los cumpleaños redondos de este año en la vida social española hay uno que merece ser recordado. Hace 40 años, en 1985, nació lo que hoy denominamos popularmente turismo social. Fue aquel un proyecto que nadie preveía el impacto y recorrido que podía tener.

Ahora que, desde las ferias turísticas los gobiernos, tanto nacional como regionales hablan de desestacionalizar los flujos viajeros, esto es, sacarlos de las temporadas altas del verano, Navidad y Semana Santa, para contribuir a realizar un reparto anual más equilibrado, tal vez muchos no sepan que eso tiene un precedente que en su día más que novedoso fue intrépido.

La gente jubilada de los ochenta ya no respondía solo a las actividades del centro social tradicional de lotería, juegos de mesa o bailoteo periódico. Querían algo más. Eran, en buena medida, mayores con inquietudes, con "buena salud" y con ganas de disfrutar. Habían llegado a una venerable edad, tras haber nacido y crecido en tiempos difíciles. Parte pasaron en su infancia por una guerra fratricida cruel y luego una posguerra de privaciones; habían trabajado muy duro, en condiciones difíciles y, retornada la ilusión de la democracia, necesitaban algo distinto. Entonces, en 1985, un grupo de empresarios y regidores de Valencia y Baleares, representantes sindicales y el ministro de Trabajo, Joaquín Almunia, idearon el plan que más tarde Matilde Fernández, al frente de Servicios Sociales, consolidó en un programa que permitió dos objetivos complementarios: salvar las temporadas bajas del sector hotelero y dar la oportunidad a los jubilados de poder disfrutar de las vacaciones soñadas. La mayoría no accederían a algo así sin ayuda o incluso nunca habrían logrado realizarlo. La pensión de jubilación daba para tan pocas alegrías que hasta el sindicato socialista explicitó sus diferencias con el gobierno de su mismo signo sin ambages por una revalorización que denunciaron como insuficiente.

Por otro lado, el turismo era, como lo sigue siendo hoy, el baluarte económico del país sometido a un ciclo anual inestable que obligaba al cierre temporal de establecimientos y al despido intermitente de trabajadores. Lo que acabaría conociéndose como Programa de Vacaciones para Mayores y Mantenimiento del Empleo en Zonas Turísticas empezó a ser realidad aquel 1985 con 16.000 plazas y dos destinos: Palma de Mallorca y Benidorm. Cuatro décadas después cuenta casi con un millón de plazas y lugares por toda España, Portugal, Andorra e incluso viajes internacionales.

El desarrollo de la idea por la ministra que fue decisiva en la reforma de lo que hoy se llama "envejecimiento activo" se manifestó exitoso. Servía, como ahora se dice, para "mejorar la vida de la gente" y de paso crear empleo. Los hoteles seguían abiertos, se ayudaba a mantener el trabajo y muchos españoles podían por fin salir de casa, ver cosas que jamás habían visto, subirse a un avión o a un barco y acabar con viejas rutinas y complejos. Hubo quienes gracias a ese proyecto vieron por vez primera el mar. Para muchos, de repente, cuando la vida parecía volverse amarillo, se tornó rosa. Entre los bailes nocturnos, los juegos, las animaciones o las visitas culturales que se ofrecían se hicieron amistades y hasta nacieron amores.

El programa dio la oportunidad a los jubilados de disfrutar de las vacaciones soñadas. La mayoría no accederían a algo así sin ayuda o incluso nunca habrían logrado realizarlo

Como todo aquello era nuevo, se buscaron animadores especiales, reconocibles y fiables para el gran público al que se dirigía el proyecto. Florinda Chico, considerada la secundaria más famosa del cine español, se encargó de promocionarlo con un "si quieres pasarlo bien y eres algo mayorcito, los viajes en el Inserso por cuatro perras te dan…". Visto desde hoy el plan cundió. Hay quienes enlazan viajes de octubre a junio combinando opciones diferentes. Ven, viven, aprenden, disfrutan y conviven.

Pasada la sequía impuesta por la pandemia en el 2020/21, las ofertas se dispararon. En la temporada 2023-2024 se ofertaron "886.268 plazas para viajar a la costa peninsular, a Canarias e Islas Baleares, a destinos culturales y Europa" a unos precios, que el viajero de temporada o el individual consideran irrisorios. Ahora muchas empresas argumentan que no cubren los costes. Tal vez esté abocado todo a un cambio. Se verá. De momento ganaron empleadores y empleados, agencias de viajes (casi 9.000 puntos de venta más internet), las ciudades, villas, pueblos y balnearios receptores y, sobre todo, quienes por fin han tenido la oportunidad de, sin más, pasárselo bien al lado del mar o en la montaña en días de asueto merecido, realizar un circuito cultural o una escapada de naturaleza.

Desde nuestro presente plagado de móviles de última generación que usamos para todo menos para hablar, poblado por abuelos y abuelas que pasan casi por maduros modernos de juventud prolongada, apenas acertamos a vislumbrar lo que significó hace cuatro décadas esta idea. En aquel tiempo no había internet ni tecnologías accesibles, aunque sí una tele que avanzada la década de los setenta permitió soñar en color en cualquiera de las dos cadenas públicas y era una ventana abierta a territorios apetecibles. A muchos jubilados de la ciudad les tocaba volver al pueblo o conformarse en los hogares del pensionista del barrio, que habían sido un respiro. A lo mejor, con suerte, planeaban unas mínimas vacaciones por cuenta propia o disponían de plaza en alguna de las pocas ciudades sindicales. En los pueblos, "los mayores" languidecían al sol salvo que el alcalde de turno habilitara un centro social o alguna piscina, más atractiva para los jóvenes que para ellos.

Con una población cada vez menos conformista y más formada todos los gobiernos impulsaron políticas turísticas de atracción que quisieron dar alternativas al "sol y playa" tradicional y pudieran quebrar la estacionalidad y diversificar ofertas. El turismo rural o los eslóganes y logos promocionales se pusieron de moda en las regiones donde sin el clásico reclamo veraniego costaba despegar. Surgieron así el "paraíso natural", "parece que lo conoces, pero no", "come, reza y ama", "descubre y siente", "tierra de diversidad", "¿me guardas el secreto?" y un largo etcétera que de ayer a hoy fue mejorando los reclamos y ampliando las propuestas. También a esto de variar metas se incorporaron los viajes del IMSERSO con opciones de costa peninsular o insular, turismo cultural, de naturaleza o capitales de provincia incluyendo Ceuta y Melilla.

En definitiva, la buena vida, afortunadamente, cada vez se hace más larga, cosa que debe alegrarnos y cada vez esperamos que, con buena salud, sea más lúdica y sobre todo más placentera a la par que más activa y educativa. Se trata de disfrutar aprendiendo hasta el final cosas que nos hagan cumplir aquello de que "solo el conocimiento da la felicidad" o la máxima cervantina de que "el que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho". Y, como no, vive con más intensidad y mejor.

[IMSERSO (2010): 25 aniversario del Programa de Vacaciones para Mayores (acceso libre); GIGGAP. Estudios (2020). Envejecimiento activo mediante el turismo social: el caso del Instituto de Mayores y Servicios Sociales en España (acceso libre)]

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