Opinión | L’APRECEDERU

Fortunas

En estos inmediatos comienzos de febrero se han celebrado en Xixón (por cierto, a propósito de la cooficialidad del asturianu, debatida estos días, ¿cuándo se cumplirán los mandatos de la Ley de Uso y Promoción, tan incumplida sistemáticamente, empezando por ese Gijón/Xixón?) unas jornadas dedicadas a la Fortuna Balnearia.

La Fortuna Balnearia es un altarín de arenisca, de época romana, que fue encontrado en 1820 en Tremañes. Adornada geométricamente en sus partes superior e inferior, su cuerpo central contiene este texto: "T(itus) Pompeius Peregrinianus a(la diosa) Fortuna Balnearia, para su salud y la de los suyos".

Tras varios peregrinajes, en 2023, regnantes don Adrián y doña Berta, el Gobiernu la compró a un particular por 35.000 euros. Descansa ahora en el concejo en que se erigió. Es evidente que no solo hemos tenido la fortuna de recuperar la pieza: la fortuna principal ha sido que el altar haya sido aprovechado sin destruirse y que después haya discurrido intacto a lo largo de tantos siglos. De ese modo nosotros tenemos la ventura de disfrutar de la presencia de la pieza, del "carné de identidad" del dedicante y de la memoria anónima de los suyos.

Fortuna no menor es la que empieza a tener la Universidad Laboral, en gran medida, es cierto, gracias a sus alumnos. De ser un monumento minusvalorado y despreciado "por franquista", va siendo apreciado como lo que es, una pieza arquitectónica única (aunque vejada últimamente por algunas "arquitectadas" contemporáneas) que ha comenzado su andadura para convertirse en Patrimonio Mundial.

Fortuna inconmensurable vamos a tener con el nombramiento de Nieves Roqueñí al frente de El Musel. Quiere un puerto –han sido sus primeras palabras– "sostenible, limpio y abierto", y "más abierto a la ciudad sin perder su carácter industrial". ¡Ahí es nada! ¡Menuda suerte, más aún que la de quienes, sin moverse de casa, pueden encender una luz a la Santina por vía telemática! n

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