Opinión

Emigración: ese río que no cesa

La marcha de 5.000 jóvenes bien formados todos los años

Les llárimes y sollutos de so ma al pie les pasareles / l’empapiellu so padre al abrazalu...

Las noticias sobre asturianos en el extranjero, sobre emigrantes, son de una aparición constante, ya se refieran a descendientes de emigrantes de hace tiempo, ya constituyan entrevistas con asturianos que trabajan fuera, en España, en cualquier otro país o continente, y que, por lo general, manifiestan su señardá por Asturies, incluso, con frecuencia, su voluntad de volver si aquí encontrasen las condiciones adecuadas para su empleo o quehacer.

El domingo 16 me encuentro con una notable acumulación de informaciones sobre emigrados y la emigración en este periódico. La más llamativa, esta: "Seis asturianos combatieron y sangraron en Iwo Jima hace 80 años", donde aparecen los nombres e historias de esos asturianos, hijos de emigrantes cuyos padres acabaron en EE UU y que combatieron bajo su bandera. Si les apetece pueden verlo aquí https://www.lne.es/asturias-exterior/2025/02/14/seis-asturianos-lucharon-sangraron-batalla-114323287.html.

El mismo día, el diario inicia una de esas entrevistas con asturianos notables que despliega domingo y lunes. Lo hace en este caso con Anselmo Menéndez, a quien destaca como alpinista. Nace en Cuba, porque a su padre, carreñense, lo envió el abuelo a la isla para evitar que, conscripto, "muriese de un tiro en la guerra de Marruecos". Pero, instalado allí y asentado económicamente, el padre lo manda a la casa natal asturiana con la llegada del castrismo. "Vine solo de Cuba con diez años, para que los castristas no le quitaran el piso a mi familia". Más tarde, su padre y su madre también regresan, "sin nada, con una maleta indiana medio vacía, una muda limpia y poco más".

Es otra terrible terrible reemigración, como la de Venezuela y otros países, cuando los asturianos emigrantes allí asentados, y tras muchas labores y sacrificios, lo pierden todo y han de volver en el momento en que esas naciones caen en manos de los libertadores que tanto admiran nuestros putineros y madureros.

En ese río continuo de sacrificio, señardá, éxito, fracaso y dolor, existen momentos y episodios que se deben a las coyunturas de la guerra o de las revoluciones. Podríamos irnos a aquellas que siguen a la persecución de los demócratas tras el fracaso del liberalismo gaditano de 1812, pero vengamos más acá. Hace poco citaba aquí el libro "Cartas de exiliadas. El legado de la palabra y la escritura (1939-1945)", cuya base es la correspondencia con José Barreiro de mujeres socialistas exiliadas. Acerquémonos más: el 13 de febrero informaba Xuan Fernández desde Estrasburgo de la entrevista entre Adrián Barbón y Andrés Fernández, hijo de un exiliado antifranquista asturiano, originario de El Berrón, que trabaja de ujier en el Parlamento Europeo.

Por esa dedicación a investigar y desvelar la emigración asturiana, presente y pasada, los centros asturianos acaban de premiar a LA NUEVA ESPAÑA por su edición "Asturias exterior": "El periódico es el mejor altavoz de quienes estamos fuera pero cada día aportamos", afirma Manuel de Barros, presidente de la FICA.

La emigración, esi argayu de necesidad y dolor, ha sido un permanente y caudaloso río de nuestra historia. Primero en forma temporera, a la siega a Castilla, como recoge uno de nuestros más emocionantes cantares, "Marchó Pachín pa la siega / y nel camín alcordóse / de Marianina y los ñeños / y dio la vuelta pa casa, / y dio la vuelta y quedóse". O a oficios de poco aquel, como aguadores o serenos, tal como recuerdan Cervantes (el "daca la cola, asturiano", de "La ilustre fregona") o algunas películas de hace décadas (a propósito, pueden ver aquí a un sereno asturiano teniéndoselas con Serrano Suñer, nada menos: https://www.lne.es/asturias/2013/12/15/sereno-asturiano-teme-serrano-suner-20513386.html).

Dejando a un lado las coyunturas de guerras o persecuciones, la emigración tradicional tiene en Asturies dos causas fundamentales a lo largo de los siglos: la miseria (y su complemento, la superpoblación) y la falta de capitales. Siempre escasos estos, los que se adquirían se dirigían más a invertir en posesiones que en la industria y el comercio, cuando estas eran actividades posibles y lucrativas, como señalaba Xovellanos.

Mas las causas de la emigración hoy de nuestros jóvenes (nos desangramos en unos 5.000 mozos al año, bien formados, por lo general, que tienen que ir a buscar fuera su vida y a labrarse un futuro allí) tienen parámetros semejantes, pero constituidos con distintos mimbres. Y esos nuevos mimbres tienen que ver con nuestra mentalidad y nuestra política, dos vectores que se realimentan constantemente y que se manifiestan en la actuación legislativa y gubernativa y en el voto.

Es notorio que en su día Carlos Solchaga ofreció traer a Asturies una gran industria (se dice que una fábrica de coches) a cambio de acelerar la inevitable desaparición de Hunosa. Es acaso opinable la firmeza y factibilidad de la oferta, pero lo que es evidente es que se rechazó cualquier alternativa a seguir alargando lo que estaba condenado, con su correlato de jubilaciones tempranas y residencias en la seca Castilla o en Benidorm. De alguna manera, esa mentalidad que junta lo misoneísta a lo retardatario, que desconfía de la empresa y apuesta solo por lo público, que reclama esto último como si el resto del mundo tuviera con nosotros una obligación escrita en algunas tablas de la ley imperecederas, sigue impregnando el sentir común de la ciudadanía, actúa como una rémora frente al cambio y las inversiones que sí son posibles e incita a los políticos a seguir sus pautas, si no quieren verse castigados con el voto.

Quizás, para cerrar estas líneas podamos recordar que durante los doce años que desde el PAS otorgamos anualmente el Premiu a la Meyor Empresa Asturiana (industrias, innovadores tecnológicos, exportadores, líderes del sector agroalimentario o del de la distribución…) los premiados lo recibían inicialmente con la extrañeza de que un partido político se dedicase a incentivar empresas y a reconocer su trabajo; los demás partidos lo tenían como una extravagancia más del asturianismo. Es verdad que, décadas más tarde, tuvimos la satisfacción de que el responsable del primero de los premios, una empresa más que centenaria, nos confesase que con el premio pensó: "Ahora, por lo menos, los políticos nos mirarán con otros ojos y empezarán a tomarnos en serio".

No estoy tan seguro.

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