Opinión | un millón
Frustraciones de clase media
Parece que a los superricos lo que les gusta es perder el tiempo, vivir sin redes sociales, tener hijos y conocer lugares secretos. La gente del marketing llama a eso "lujo silencioso". Los superpobres tienen los mismos gustos y la gente de la atención social habla de la "pobreza invisible". El gusto se tuerce en la clase media, que aprovecha el tiempo, está en las redes sociales, no tiene hijos y va donde todos, lo que la confirma y conforma como lo que es.
Los ricos y los pobres siempre han tenido los hijos que les salían de los órganos reproductivos. Al multiplicarse bíblicamente, los ricos los dividían en legítimos e ilegítimos y los pobres sumaban hijos que el hambre y las enfermedades les restaban. Hace 60 años la anticoncepción vino a ayudar a la clase media a serlo en un mundo de consumo creciente, crisis energéticas y carestía donde la contención natalicia mantenía el estatus. Esa elección duele: la clase media envidia que los ricos tengan muchos hijos –de manera natural, artificial, adoptiva, incluso coleccionista– y resentimiento hacia los pobres por la prole que no se pueden permitir, según su criterio.
Conocer lugares secretos está vetado a las clases medias por arriba (mansiones en colinas insulares con bajada directa a la cala privada) y por abajo (túneles de metro para que duerman los sintecho y alcantarillas para que crezcan los huérfanos). A las clases medias les quedan los lugares evidentes donde pasar unos días o unas horas aparentando ser ricos para hacerse una foto, subirla a las redes sociales y que conste. Solo subirán a Instagram -el ecosistema del bacilo de la infelicidad- una publicación con vistas a la miseria, sea un hijo de pobre en brazos, sea un selfi junto a indígenas pintorescos, nunca una imagen de pobreza propia aunque dure el mismo instante. Hasta las redes, mientras los superricos gozaban del lujo silencioso, las clases medias educadas en el imperativo de la discreción contenían el afán de aparentar. Desde las redes que han creado a los megarricos, las clases medias maleducadas son más pobres, sus modelos de aspiración más altos y les embelesa ser visibles.
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