Opinión
La quita convierte a los asturianos en españoles de tercera
Ningún criterio favoreció a Asturias en la condonación de una deuda que socava la credibilidad del país al tratar a quien administra bien sus recursos peor que al manirroto

La vicepresidenta primera María Jesús Montero, hablando ante los medios de comuncación sobre su propuesta para la quita de la deuda a las comuniades autónomas / Rocío Ruiz / Europa Press
Hace tiempo que, por culpa del victimismo y el chantaje autonómico, los españoles dejaron de ser iguales en reparto y cumplimiento de inversiones, prestaciones o calidad de servicios. Pero las diferencias ya se convierten en humillación y atropello cuando tocan de lleno la cartera con una arbitraria quita de deuda. Si esto pasa es porque quien debe velar por el interés general lo permite.
Es un bulo que vayan a perdonar deuda a los asturianos. Ahí radica la gran falacia del tinglado, una cura de caballo envuelta en papel de caramelo para que los damnificados no sepan a ciencia cierta lo que tragan. La deuda se genera, pero no se destruye, solo se transforma. Para ser estrictamente precisos, los contribuyentes de esta región dejarán de deber 1.508 euros per cápita en préstamos que solicitó el Principado, pero tendrán que abonar una nueva factura de 1.701 euros por la transferencia de pasivo al Estado.
Cambia el titular, no quien paga: un mismo contribuyente, como asturiano en un caso, como español en el otro. El supuesto regalo supondrá en realidad apoquinar 193 euros más por barba. El modelo no ayuda a converger en renta, ni corrige ineficiencias estructurales. Las cuentas se hicieron al revés. La quita no partió de un problema con una solución discutida y negociada en conjunto, sino de encajar una cantidad final predeterminada que impusieron, a cambio de no romper la baraja, los socios disolventes del Ejecutivo central. Lo demás fue buscar un trampantojo con el que cuadrar la fórmula para que no pareciera una prebenda exclusiva.
El resultado queda a la vista. Otra pelea cainita para agravar la fractura territorial y tres tipos de españoles en función de la cantidad a condonar a cada cual: a los de primera, 2.200 euros por barba, con Andalucía –la ministra Montero barre para casa, ahí se va a pedir el voto– y Cataluña –única región rica recompensada– a la cabeza; 1.500 a los de segunda y 1.300 a los de tercera, el grupo de Madrid, Asturias y el Noroeste al pleno, la perpetuación de una España hemipléjica. Cruel ironía. El Principado socialista recibe idéntico trato que la tierra de la, a decir del PSOE, ultra Ayuso, sin que la prosperidad de ambas comunidades admita comparación. Por libre y en cabina de lujo vuelan el País Vasco y Navarra, con Hacienda propia. Nada reciben, nada ponen, pero aprovecharán cualquier descuido para menguar el cupo.
Ningún criterio favoreció a Asturias. Ni el gasto moderado, ni la contención crediticia, ni la elevada fiscalidad –baremo «ad hoc» con el que engordó la bolsa catalana–, ni que el presidente regional fuese compañero de partido de los autores de la propuesta y el barón más afín a la superioridad. El antes díscolo Page no cabía en sí de gozo, incorporado al pelotón del privilegio. Expertos en finanzas públicas de diferentes colores lo recalcan. Esta operación transmite el mensaje equivocado. Premia a los derrochadores mutualizando sus dispendios. Incentiva la barra libre. Incita a la irresponsabilidad fiscal. Y socava la credibilidad de la economía española al tratar a quien administra bien sus recursos peor que al manirroto. Los títulos de algunas comunidades tenían la consideración de bono basura no solo porque la crisis dejara exhaustas sus arcas.
Es escandaloso que el multimillonario perdón no implique restricciones para no repetir el desmadre y que nadie analice en serio a qué dedican las autonomías su dinero
Muchas circunstancias escandalosas, en fin, pero ninguna tanto como que el multimillonario perdón no implique restricciones para no repetir el desmadre y que nadie pida analizar en serio a qué dedican las autonomías su dinero, concediéndoles una ridícula presunción de santidad. Pronto toca negociar la financiación, donde un separatismo que sigue acumulando activos sin renunciar a nada –ferrocarriles, 25.000 mossos, control de fronteras e inmigrantes...– espera dar la puntilla. Vistas la actitud cómplice del mando y la capacidad extractiva y la habilidad en el manejo de la ley del embudo de quienes lo cercan, empiecen a rezar los crédulos y los confiados para que nada empeore.
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