Opinión | El pasado del presente
Mujeres en pie de guerra y mujeres en guerra
Frente a los populismos y otros movimientos que acaban con derechos
Este 2025, la ONU ha promovido como lema del Día Internacional de la Mujer un "Para TODAS las mujeres y las niñas: derechos, igualdad…". Bonito. A veces las intenciones quedan bonitas sin más. Desde el histórico marzo de 1857, cuando las obreras de una fábrica textil de Nueva York reclamaron mejoras laborales y salariales y fueron duramente reprimidas, la larga marcha del feminismo no ha cesado, porque han soportado un acceso al mundo laboral en condiciones de semiesclavitud. Así lo denunciaron con el "pan y paz" las rusas del 8 de marzo de 1917. La trayectoria de sufragistas y valientes que enarbolaron justas reivindicaciones de acceso a la participación política, la enseñanza, las artes, la investigación o la empresa llega hasta hoy sin tregua. La Asamblea General de la ONU oficializó el 8M como Día Internacional de la Mujer en 1977, aunque mucho antes ya se conmemoraba en varios países.
Hoy, esa trayectoria, que debe ser siempre recordada, está por fortuna superada entre las afortunadas de nuestro mundo occidental "desarrollado". Aquí seguimos en lucha, con avances legislativos y de conciencia muy relevantes, aunque nos parezcan mejorables, porque lo son. El mundo debe tender a una igualdad real que será beneficiosa para todos. Tal vez en la dilatada historia de la humanidad, la capacidad de resistencia y la reinvención de estrategias para vencer el ostracismo social de las mujeres sea la muestra más palpable de su propia validez. Pero el ritmo de la historia no es el de los buenos deseos colectivos sino otro. A menudo las prisas son malas compañeras y todos recordamos que, pisando el acelerador, hubo medidas precipitadas que acabaron en un fiasco decepcionante. "Vísteme despacio que tengo prisa".
El avance del género femenino, al margen de aditamentos de letras y siglas a veces indescifrables, es innegable. Y todavía queda. Queda que el progreso en reconocimientos no se detenga; sobre todo, que no se asesine a mujeres por serlo o por creerlas objeto; que la impunidad no triunfe nunca y que la igualdad sea efectiva. Y por eso hay que salir a la calle y pelear, como lo han hecho antes y lo seguirán haciendo.
Pero es conveniente, entre tanto ruido y vocerío, observar un poco lo que pasa, porque esta España nuestra y esta Europa de burbuja recubierta con una cacareada bonhomía está recibiendo, desde hace tiempo, una dosis de realidad dolorosa. Los derechos que en este espacio parecían ir progresando a "marchas forzadas" se cuestionan, a veces se estancan y retroceden. Incluso la ideología que ampara los retrocesos y que se creía relegada al pasado se interna en el idílico paraíso europeo. Los populismos instalados en el "guardián del otro lado del charco" que ya no quiere serlo o en el espacio hispanoamericano tan nuestro planean por doquier una vuelta atrás. Y desde el oeste y el este, con machos "alfa" nada agraciados pero alzados al poder, asistimos a un desmantelamiento de libertades que tal vez creímos demasiado pronto cosidas cuando solo estaban hilvanadas. A veces, el acuerdo se impone y se atisba la esperanza como el nuevo Pacto de Estado contra la Violencia de Género, pero es apenas una gota de agua. Siguen muriendo mujeres por serlo y por querer ser libres e iguales. Y eso es inconcebible.
Toca replantearse tácticas complementarias y reivindicar el feminismo "de siempre", el que sigue siendo capaz de entender las dinámicas históricas de dominación en clave de sexos desiguales. Hay, para qué negarlo, una involución de tinte machista personificado en los que son fuertes con el débil y se amilanan ante el fuerte. El ascenso de partidos que meten en un mismo paquete el medio ambiente, la xenofobia, la crisis económica o la ruptura de las tradiciones junto con las cuestiones relacionadas con la mujer suponen un peligro cierto porque en esa coctelera están los cebos para pescar los votos del descontento irracional en ascenso. A veces, esa ideología populista del cabreo se viste con faldas para hacerse más creíble.
Y ya que estamos en ello toca acordarse de otros mundos que están en este y cuya realidad cruel nos acabará salpicando no solo sentimentalmente. En amplias zonas del mundo, allí donde las mujeres no son más que sujetos pacientes y sufridores, esclavas o juguetes adornados de joyas, la realidad desnuda de eslóganes sobrecoge. ¿Cómo no va a erizársenos la piel viendo a las afganas, espectros ocultos y carentes de identidad, rezando por no enfermar, sin posibilidades de sobrevivir solas? Ellas, que vieron una posibilidad de avance mínimo cuando aquella ocupación occidental del país tribal parecía atisbar un cambio; a ellas los de Occidente les fallamos. ¿Cómo no indignarse viendo a las gazatíes tapadas como pueden, intentando cuidar a sus niños, llorando a los muertos, sufriendo lo indecible, pero ausentes de las decisiones de sus hombres guerreros tan culpables de sus males como los otros? "Semillas de Kivu", sobre el Congo, no es solo un documental de Goya, es la demostración palpable de que el mundo está enfermo: "cuando descubres que la violación sistemática es barata, concretamente cero dólares, entiendes el papel capital de las víctimas mujeres en el conflicto". En el llamado Próximo Oriente, los enfrentamientos han silenciado los estallidos de indignación femenina. Al otro lado del mundo, las mexicanas alzan la voz contra los feminicidios en ascenso, pese a tener presidenta. Esa realidad se repite demasiadas veces en demasiados lugares; en todos en los que hay marginalidad y pobreza porque allí están y sufren las mujeres más. Hay grupos femeninos tan aplastados que nuestros micromachismos les parecerían un regalo.
No conformarse, mantener en vigor todas las reivindicaciones, no "dar un paso atrás", pero utilizar la astucia, la inteligencia y la prudencia para imposibilitar el retroceso. Ese es el camino.
Cito: "Los abusos universales sufridos por las mujeres tienen que ser combatidos con derechos universales, para ello los derechos básicos adquiridos en Occidente han de ser extensibles a todo el planeta". (Amelia Valcárcel).
[Valcárcel, Amelia (2023). "La civilización feminista". Madrid: La esfera de los libros] n
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