Opinión

Frentes y brechas

Los dos bloques pétreos de la política española

Madrid. 22.12.2023. Pedro Sánchez, presidente del Gobierno y Alberto Núñez Feijóo, Partido Popular, durante la reunión que han mantenido en el Congreso de los Diputados. POLITICA. PP. PSOE. REUNION

Madrid. 22.12.2023. Pedro Sánchez, presidente del Gobierno y Alberto Núñez Feijóo, Partido Popular, durante la reunión que han mantenido en el Congreso de los Diputados. POLITICA. PP. PSOE. REUNION / JOSÉ LUIS ROCA / EPC

Puesto que nos hemos adentrado en un ambiente prebélico, vamos adoptando casi sin darnos cuenta el lenguaje militar. Lo cierto es que la metáfora guerrera puede ayudarnos a comprender la compleja y quebradiza, por decirlo sin alarmar en exceso, situación de la política española. En 2018, el PSOE, con una fuerte erosión en su apoyo electoral, urdió con la izquierda y los nacionalistas una moción de censura para sustituir al gobierno de Rajoy, alegando como justificación que la casa del PP estaba inundada de corrupción, lo que a día de hoy aún no sabemos si era cierto hasta tal extremo. En el transcurso de estos años han pasado muchas cosas. A nuestros efectos, las más relevantes han sido la desaparición de Ciudadanos, la reorganización y el desmembramiento de la izquierda y la fulgurante aparición de VOX. El PSOE y el PP han equilibrado sus fuerzas, sumando entre ambos un porcentaje de votos en ligero crecimiento, aunque parece que una mayoría de los electores va decantándose hacia la derecha, más todavía tras su victoria global en las convocatorias celebradas en 2023. Pero gobierna la misma coalición, con el respaldo de idéntica alianza parlamentaria y similar oposición al otro lado del famoso muro.

Siguiendo el juego de la alternancia en el poder que caracteriza a las democracias maduras, la derecha y la izquierda se vienen turnando en el poder, no siempre en forma del todo pacífica. Recuérdense las elecciones de 2004. El noveno gobierno socialista, por tanto, no es ninguna novedad. Sí lo ha sido el procedimiento utilizado por Pedro Sánchez para alcanzar la Presidencia, legítimo pero no electoral, que luego el PSOE formara coalición con la izquierda y el foso cavado para separar a la oposición. No obstante, la variación que ha tenido consecuencias más disruptivas, como estamos viendo, acentuadas por la polarización, es la posición adoptada por los partidos nacionalistas y, por encima de otras consideraciones, la incrustación de los independentistas catalanes de derechas en la mayoría parlamentaria que sostiene al Gobierno.

Da la impresión de que la política española ofrece la imagen congelada de una batalla entre dos bloques pétreos, perfectamente alineados, que solo entran en contacto para continuar la lucha por todos los medios y en cualquier terreno, sin respeto a las instituciones e ignorando el deber de lealtad mutua y a los ciudadanos. Sin embargo, algo está cambiando. El Gobierno se ve obligado a atender simultáneamente a varios frentes donde se desenvuelve con dificultad. Uno lo tiene en la Justicia. Otro está en el parlamento. El más conflictivo, no obstante, es el catalán. El "procés" ha traído una mala resaca. Junts ha renunciado a la cuestión de confianza, pero se ha instalado en el chantaje permanente. Y el Gobierno lo acepta, con un coste cada vez más elevado para los españoles y para el crédito político del PSOE. Las demandas de los independentistas, y la disposición del Gobierno a satisfacerlas, empiezan a acabar con la paciencia del resto. Incluso han provocado inquietud en el gobierno vasco, celoso del privilegio de que goza su comunidad autónoma. Lo que es peor, la política fiscal y la delegación de competencias en inmigración, sin apenas controles, comprometidas por Pedro Sánchez debilita gravemente al Estado, cuestión esta que arrastra España y que ha sido fuente de muchos de los problemas que ha sufrido a lo largo de su historia contemporánea.

Y se ha formado un nuevo frente en la política exterior, que amenaza con abrir brechas profundas en ambos bloques y pondrá al Gobierno en mayores apuros. El PSOE no comparte la estrategia de defensa acordada por la Unión con sus socios de gobierno y sus aliados parlamentarios, y la actitud en relación con Trump y Europa alejará aún más al PP de VOX. Las grietas son ya visibles en los dos bandos. En política internacional, y en particular en la situación presente, las posiciones de socialistas y populares son confluyentes.

La consigna de Europa es gastar y gastar todo lo posible y cuanto antes en armamento para protegerse y el Gobierno español se las apaña con unos presupuestos prorrogados de la anterior legislatura. El panorama no admite escapatoria. Pedro Sánchez podrá insistir en su intención de llegar a 2027 y hacer las apelaciones sabidas a una coyuntura de excepción y a resistir ante una ultraderecha galopante, pero esta vez tendrá que dar un giro a su política interna a la que lleva tenazmente aferrado desde que se hizo con la secretaría general del PSOE, maniobra por lo demás nada fácil, o ceder el puesto. Mientras, el PP dispone de un tiempo, poco, para resolver sus dilemas. Ahora manda la política internacional y los dos partidos están llamados a definir una posición fuerte de España en el mundo.

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