Opinión
Lecciones aprendidas y nuevas realidades
La pandemia fue una prueba de resistencia para los sistemas sanitarios y las sociedades en todo el mundo y sus enseñanzas deben servir para construir un futuro más fuerte, basado en la lealtad institucional, la cooperación, la investigación e innovación y el compromiso con la salud global

Lecciones Aprendidas y Nuevas Realidades
La pandemia de covid-19 ha marcado un punto de inflexión en la historia de la salud pública global, poniendo en evidencia debilidades estructurales en los sistemas de salud, las desigualdades sociales profundas, lo que obliga a gobiernos, empresas y ciudadanos a repensar su relación con la salud y la ciencia, sobre la necesidad de afrontar una reforma integral en las políticas de salud pública. Pasado este tiempo, es momento de extraer las conclusiones pertinentes para construir un futuro más resiliente, sin quedarnos anclados en debates casi interminables sobre errores pasados.
El impacto del covid-19 desbordó los límites de todos los sistemas de salud del mundo, exponiendo vulnerabilidades compartidas y la falta de previsión para contingencias de gran magnitud, mostró que la crisis no era exclusiva de un solo país, sino que era un desafío global. España, con un sistema sanitario público fuerte si se compara con algunos otros países de nuestro entorno, no estuvo exenta de deficiencias, especialmente en la atención primaria, la salud pública y en la coordinación entre niveles asistenciales. La desinversión sostenida en vigilancia epidemiológica y salud pública claramente limitó la capacidad de anticipación en la respuesta, dificultando la integración de estrategias ágiles que estuvieran basadas en datos y en la conexión entre salud pública, atención primaria y hospitales.
Más allá de la crisis sanitaria, la pandemia generó una nueva crisis socioeconómica que se sumó a las secuelas no resueltas de la crisis de 2008. La respuesta dada exigía medidas de protección para empresas, trabajadores y sectores vulnerables fuera del mercado laboral, poniendo de manifiesto la importancia que se dio desde el gobierno para desplegar políticas de apoyo social y económicas diversas, así como bien estructuradas.
Uno de los aspectos más conmovedores fue el sacrificio y la dedicación de los profesionales del sector salud, cuyo esfuerzo al límite y su conocimiento especializado, fueron esenciales para superar la crisis. Su entrega y compromiso al límite refuerza la necesidad sentida de reconocimiento y sobre cómo mejorar sus condiciones laborales y de garantía de protección ante futuras emergencias.
La pandemia también dejó en evidencia la necesidad de disponer de estructuras de gobernanza eficaces y políticas coordinadas a nivel nacional e internacional. La falta de previsión y gestión de riesgos en grandes catástrofes subrayó la importancia de adoptar medidas políticas robustas, con un enfoque integral, para prevenir futuras crisis sanitarias, considerando la interconexión existente entre cambio climático, zoonosis y enfermedades emergentes. El covid-19 tuvo un impacto desproporcionado en personas con afecciones preexistentes, lo que resalta la necesidad de abordar longitudinalmente las causas subyacentes de mala salud y actuando de manera preventiva, con una visión a largo plazo.
La cooperación ciudadana con las autoridades fue otro aspecto tremendamente positivo en el ejercicio de la responsabilidad, pues el acatamiento de las medidas de confinamiento y las restricciones de movilidad han resultado cruciales para mitigar la propagación del virus, demostrando la importancia que se debe a la participación de la sociedad de una forma estructurada, a la comunicación clara y efectiva entre instituciones y ciudadanía.
Entre las principales lecciones recibidas está la necesidad de fortalecer la resiliencia global del sistema de salud. Esto implica concebir sistemas de salud que sean elásticos, robustos, con capacidad de adaptarse y responder a emergencias, no solo a mejorar su calidad y cohesión, sino también garantizar la continuidad de las actividades sanitarias y educativas ante cualquier crisis. La pandemia expuso carencias estructurales en Atención Primaria, Salud Pública y planificación de recursos esenciales, como medicamentos y dispositivos médicos. Es prioritario reforzar en el espacio europeo estos recursos estratégicos para reducir la dependencia externa.
En el futuro, la atención primaria y la salud pública deben desempeñar un papel central en la gestión de cualquier crisis sanitaria. Su capacidad para atender a diversos segmentos de la población, incluidos jóvenes, pacientes crónicos y personas mayores son clave para una respuesta sanitaria eficaz.
El impacto del covid-19 en la salud mental también ha sido significativo, agravando las dificultades existentes en el caso de mujeres, minorías étnicas y personas con discapacidad. Es crucial reforzar la capacidad de atención psicológica y garantizar el bienestar mental tanto en tiempos de normalidad como de crisis.
Más allá de lo estrictamente sanitario, la experiencia global vivida nos interpela como sociedad, obligándonos a repensar estrategias que aborden de forma simultánea la sostenibilidad ambiental y la salud pública, en coordinación con los servicios de salud, asegurando un alto estándar de protección de la salud humana en todas las políticas. La cooperación internacional, la inversión en ciencia y la coordinación europea son críticas para afrontar futuras amenazas sanitarias. Una buena referencia, en este sentido, ha sido la rápida disponibilidad de vacunas, destacando el valor de la investigación y la innovación, que debe seguir formando parte de todos esos pilares estratégicos en la preparación ante emergencias globales.
En conclusión, la pandemia fue una prueba de resistencia para los sistemas sanitarios y las sociedades en todo el mundo. Las lecciones aprendidas deben servir para construir un futuro más fuerte, que esté basado en la lealtad institucional, la cooperación, la investigación e innovación y el compromiso con la salud global.
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