Opinión
La era Trump
Cuenta Laura Ferrero en su estupenda novela "Los astronautas" que cuando le preguntaron a Buzz Aldrin por el primer alunizaje del ser humano, junto con Neil Armstrong, en el verano de 1969, dejó entrever que no había tenido tiempo para reflexión filosófica alguna. Aldrin llegó a confesar que habría preferido que la NASA enviase a un poeta o un periodista al espacio con el encargo de narrar tamaña experiencia al mundo, porque los astronautas, poco propensos a las musarañas del pensamiento abstracto, estaban demasiado acostumbrados a sepultar sus sentimientos bajo una capa de hormigón armado. Me temo que Aldrin pecó de pereza o de falsa modestia, pues parecía bien pertrechado para la expresión; la frase que pronunció para describir la superficie lunar durante la misión del Apolo 11 constituye un verso en sí misma: "Magnificent desolation".
"Magnífica desolación". Pienso en los dos astronautas de la NASA que llevan nueve meses varados en el espacio, en su infinita soledad. Bueno, quizá no tanta: disponen de internet en la Estación Espacial Internacional (ISS, por sus siglas en inglés) y gozan de la compañía orbital de, por lo menos, 7.000 satélites de Elon Musk. ¿Cómo se verá desde allí arriba la America Great Again? Ignoro si desde las alturas resplandecen con un brillo mineral las tierras raras de Ucrania, de Groenlandia, de Canadá.
Sunita Williams y Butch Wilmore llegaron a la ISS el 5 de junio del año pasado para lo que se suponía iba a ser una misión de solo diez días. Pero fugas de helio y algún problema técnico con los propulsores de la nave Starliner, de la compañía Boeing, hicieron desaconsejable su regreso inmediato. Allí están colgados desde entonces. Allí, a 450 kilómetros sobre la Tierra, los sorprendieron las elecciones norteamericanas, las Navidades y la investidura de Trump. A Sunita, que lleva melena, se le han puesto los pelos de punta, tal vez por una mezcla de pasmo y microgravedad.
Están bien; tienen reservas de alimentos, productos de higiene personal, y como pilotos militares aguantan con temple las contingencias. El martes dieron una rueda de prensa desde el éter: "Aquí todos respetamos al señor Musk y la elección de nuestro presidente, y agradecemos lo que ambos han hecho por nuestra nación y por el sector espacial", se apresuró a declarar el astronauta Butch Wilmore, a pesar de que Trump amenaza con cargarse gran parte de la estructura de la NASA. Cualquiera dice lo contrario; si al imprevisible Trump le da un siroco, es capaz de dejarlos colgados como jamones. El caso es que la nave Dragon Endurance, de SpaceX, la compañía de Musk, se dispone a despegar para rescatarlos, al parecer el próximo 12 de marzo.
Como los dos astronautas, cientos de miles de norteamericanos, de blue-collars, votaron a Trump en noviembre en la esperanza de que un Ferrari rojo acudiera a salvarlos del marasmo. Eso creían. Ahora no saben todavía cómo los aranceles impuestos sobre Canadá, México, China y Europa afectarán a sus empleos o encarecerán la cesta de la compra. Otro viaje sin mapas.
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