Opinión

La Santina "queer" y los tontos de capirote

¿Libertad de expresión o delito de odio?

Corren tiempos confusos, sin duda. También para la Iglesia católica, que ve cómo se vacían las iglesias, con clientela en su mayoría de edad avanzada. Decrece la petición de sacramentos y algunos escándalos lamentables no favorecen el necesario encalado de las piedras manchadas de la casa de Pedro. Y para más inri, con la curia, según se dice, aguardando en la sombra los estertores de un Papa convaleciente, casi nonagenario, al que sucederá otro cardenal anciano, de curvada osamenta, como si fuese cemento el peso de la mitra.

La debilidad de la Iglesia es su fortaleza, al menos para los creyentes, que son muchos más que los practicantes. Sin embargo, esa debilidad anima a los más obtusos de los no creyentes a procurarle a la institución dolorosas dentelladas, como las hienas que rodean a la pieza herida a la espera de que se desmorone.

Así ocurrió el pasado sábado durante la celebración del 8-M en Gijón, donde un grupúsculo de encapuchadas sacó a desfilar bajo palio a una Santina "queer" A esas personas anónimas las ampara el derecho a la libertad de expresión pese a que podrían haber incurrido en un delito de odio, el mismo al que ellas apelan cuando alguien recrimina o agrede verbalmente a una pareja homosexual por el hecho de serlo.

Tal pantomima se convirtió en una lamentable falta de respeto y consideración hacia muchas mujeres que también pelean por romper el techo de cristal desde otras trincheras. Con el añadido del ataque innecesario a un símbolo regional al que reconocen personas de toda creencia e inclinación sexual. Semejante burda procesión no venía a cuento. Es de tontos de capirote.

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