Opinión | Más allá del Negrón

Funcionarios

El crecimiento del empleo público bate récords en España, con Asturias a la cabeza

Los funcionarios tienen mala prensa. Algunos hasta parecen pedir perdón por serlo o se denominan a sí mismos de otra manera, como empleados públicos. Ha habido que cambiar la terminología para darle más lustre a su función. Una de nuestras mejores escritoras actuales, Sara Mesa, acaba de publicar su novela "Oposición" (Anagrama), una narración en clave de humor sobre el muchas veces absurdo mundo del funcionariado.

En un momento de la narración, el personaje principal, una funcionaria novata, enumera cómo se han ido cambiando determinadas locuciones, con lo que se ha opacado aún más el ya de por sí incomprensible lenguaje administrativo y se ha hecho más engolado. Así, recibir se dice "recepcionar"; hacer deriva en "realizar"; los problemas se convierten en "problemáticas"; las personas son "sujetos": en lugar de poner o rellenar se nos pide "indicar"; ahora, los informes "se emiten" y de las reuniones "emanan" decisiones; los datos no se repiten, sino que "se reiteran"; y, para evitar las redundancias, se recurre a expresiones como "el mismo" o "la misma".

Esta mala fama de los funcionarios no es nueva en absoluto. En nuestra cultura, se remonta, como poco, al "Vuelva usted mañana" de Larra. Y en la universal no podemos olvidar al patrón de todos los funcionarios, Franz Kafka, víctima él mismo de la burocracia y que tan bien reflejó los laberintos de la administración de su tiempo.

Aunque nunca han dejado de estar en boca de todos, se vuelve a hablar mucho de los funcionarios. Aquí, acabamos de leer que en Asturias los empleados públicos aumentaron en la última década cerca de un 23 por ciento. La palma se la ha llevado la administración regional, que en el mismo periodo ha pasado de 38.478 a 50.119 empleados; tocamos a un funcionario autonómico por cada 20 asturianos. No se entiende muy bien que crezcan tanto, porque ni aumentamos población, ni somos de los de pedir transferencias así a lo loco. No como otros. Menos mal que no tenemos policía autonómica.

En el conjunto de España, la cosa anda parecida. Vamos por los tres millones, de los cuales más de medio millón pertenecen al Estado. Es más, no son pocos los analistas que sostienen que si el empleo remonta en nuestro país –para algunos mucho, para otros poco–, es por la gran cantidad de funcionarios que se contratan.

No debiéramos alarmarnos, porque en otros países parecen estar peor. Miren lo que pasa en Estados Unidos, donde Trump ha encargado a Elon Musk que haga una "limpieza" de funcionarios. El multimillonario sudafricano ha escrito personalmente un correo electrónico a más de un millón de servidores públicos, todo un detalle, con el espinoso asunto: "¿Qué hiciste la semana pasada?". Musk y Trump amenazaron incluso con despedir a quienes no contestaran, en un determinado plazo, explicando los cinco logros alcanzados en su puesto. Pese a que el FBI o el Pentágono ha aconsejado a sus empleados que no respondan, el Gobierno aún ha insistido en que se "recomienda" que atendieran el mensaje. Para algo Milei le había regalado la motosierra al dueño de Tesla y Twitter, entre otras baratijas.

Aquí, afortunadamente, no hemos llegado, ni espero que lleguemos nunca, a semejante despropósito. Y eso a pesar de menudean las críticas sobre que si tenemos demasiado empleo público, sobre si hay administraciones duplicadas o con un muy bajo rendimiento, pero será difícil cubrir con menos, entre otras cosas, una sanidad, una educación y una policía públicas.

La mencionada Sara Mesa es bastante comprensiva con los funcionarios. Atribuye los problemas burocráticos, que hay y muchos, al Estado y no al pobre, o a la pobre, que se ha dejado media vida haciendo una oposición para acabar desempeñando un trabajo monótono, gris y a menudo poco gratificante. Incluso ha llegado a declarar que "la mayoría de funcionarios quieren ser útiles, pero el sistema les termina corrompiendo".

Eso debía de ser así antes. Ahora, por lo que cuenta el Ministerio de Función Pública, una de las razones por la que ha aumentado tanto el número de funcionarios es que los jóvenes se refugian de la precariedad laboral en las oficinas públicas. Es más, en una encuesta reciente, cuatro de cada diez jóvenes entre 18 y 24 años confiesa que está pensando en opositar. Al parecer, "prefieren la estabilidad de un trabajo a un supuesto buen sueldo". Todo indica que seguiremos batiendo récords de funcionarios.

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