Opinión
Teatros complicados
En la jerga castrense se emplea esta expresión, referida al conjunto de áreas terrestres y marítimas y sus correspondientes espacios aéreos que están o pueden estar afectados por la guerra
La ilegal invasión de Ucrania, tres años ya, implica una amenaza a la seguridad y la defensa europea, ahora agravada por la distancia trumpiana, sustanciada en alejamiento –económico y militar– de la Alianza Atlántica, preludio de una fractura occidental y un correlativo acercamiento al invasor, preámbulo de la imposición de una paz desequilibrada, a favor de la potencia agresora.
En España, la peculiaridad añadida estriba en gobernar sin el apoyo del parlamento, que invistió a quien perdió las elecciones. Con la dimanante crónica judicial en curso, el indicador doméstico que condiciona la política tiene que ver con la preservación del poder.
Para simplificar la ecuación, la frase táctica del presidente del Ejecutivo, "será una legislatura larga con o sin el apoyo del legislativo", resultó ser una insolente declaración de intenciones, para que los impacientes se fueran aflojando el cinturón.
Baño de realidad, rearme militar
Tras una dilatada indolencia, el despertar europeo se sustancia en un plan anunciado por la Comisión Europea, que consiste en movilizar hasta 800.000 millones de euros –entre fondos europeos y nacionales– en 4 años.
Este inopinado apetito es la antesala de un previsible aumento de las deudas públicas, cuyo efecto cascada inducirá la atracción de los inversores, gracias a la subida de los tipos de interés que posibilitará comportará la competitiva emisión de bonos. Con un problema añadido, no sólo por el aumento de la propia deuda sino además por el incremento de los costes de financiación en los presupuestos anuales.
Las consecuencias del escalofriante gasto militar anima la primera discusión, sobre su cuantía y el comportamiento de la inflación, ese impuesto silencioso que beneficia a pródigos y perjudica a ahorradores. Una crisis de deuda y de restricción presupuestaria ya son palabras mayores.
En medio de este delirio repentino, aumentar gasto y pagarlo con más impuestos es una tormenta añadida, de modo que la preocupación se adueña de la conversación pública cuando nadie habla de recortar gastos y ser más eficientes.
Con el aumento de la presión fiscal en la Unión (40%, la más alta del mundo), agotada la vía del impuesto sobre las rentas del trabajo, el recurso al aumento del gasto en armamento –en base a las rentas del capital– podrá precipitar que el inversor se vaya o no venga.
Para poder gastar más y, a la vez, disminuir la deuda, hay que aumentar el PIB. Resulta, pues, perentorio reducir los impuestos a los rendimientos de capital para que prosiga la generación de riqueza.
A Einstein se le atribuyó una frase: "Locura, llámelo estupidez, es seguir haciendo lo mismo, esperando resultados diferentes".

Teatros complicados / .
¿Es sostenible el estado de bienestar?
Anida agazapada esa incómoda pregunta. Los analistas canónicos consideran imprescindible recortarlo en los países europeos que superan el 100% de deuda sobre el PIB. Para el integrismo maniqueo, no solo ha de mantenerse, sino gastar más, aunque una parte considerable se pierda en despilfarro e ineficiencia.
Los gastos militares no son inversiones y hay que financiarlos con una deuda controlada, es decir, que el pago de esa deuda tiene que salir de otro anaquel del presupuesto.
Si no se genera suficiente riqueza para aportar los recursos que necesita el estado de bienestar ¿cómo vamos a financiar un aumento en el gasto militar si no recortamos el bienestar del Estado? ¿De dónde va a salir el 2% filtrado? ¿Será suficiente para la UE y la OTAN?
Aunque está comprometido no reducir el gasto social, puede resultar obligada la reducción de administraciones y ministerios, el número de políticos y liberados sindicales, la eliminación de asesores y subvenciones a partidos, sindicatos y patronales, así como la privatización de las empresas del Estado que den pérdidas. Si llega el caso, será menester hacerlo con mucho tino.
Verdades desagradables
Cuando estas asoman (Jaime Gil de Biedma), la confluencia de la guerra, el realineamiento de bloques, el aumento del gasto militar y el mantenimiento del escudo social –todos ellos actos políticos que deben refrendar los ciudadanos– configuran otros tantos teatros, cada uno de ellos con una complicación versátil.
Desafiar la lógica de los hechos –sin presupuestos, sin apoyo de la soberanía popular– provoca trastornos en la percepción de la realidad, pero la lógica y el sentido común convienen en que el Gobierno, preso de la afición a hacerlo por decretos multiusos, se vea obligado a tocar impuestos y recortar gastos.
Aunque cueste entrar a jugar la partida del aumento del gasto militar y del cómo se va a gastar, el jefe del Gobierno ya ha destacado la preeminencia de la "seguridad" (tecnología frente a los ciberataques) por delante de la "defensa" (drones, cohetes).
Con ello, se amplían las partidas susceptibles de ser incluidas como gasto defensivo (sueldos de la Guardia Civil) sin dar detalles, para que nadie se piense que marqueses y jinetes de exhibición trabajan en el taller de la industria.
Normalizando lo anormal (la inadmisible exclusión de la tercera fuerza parlamentaria, para plantear la política armamentística; despachar a los representantes de los ciudadanos en rondas de media hora), el líder de la oposición, que no se había reunido en un año con el anfitrión, fue gratificado con un cuarto de hora más que los demás.
Esta consideración no le impidió explicar su impresión. La deliberada vaguedad del invitante, que ni quiso ni pudo explicitar sus planes y adeudos en el Congreso, malogrando así una buena oportunidad para poner en valor otro teatro complicado, el del Parlamento.
En determinados casos, la Ley Orgánica de Seguridad Nacional (artículo 4.2) obliga al Ejecutivo a pedir autorización a las Cortes: "Al Congreso de los Diputados le corresponde autorizar, con carácter previo, la participación de las Fuerzas Armadas en misiones fuera del territorio nacional, de acuerdo con lo establecido en esta Ley".
Sin trapisondas ni ejercicios de prestidigitación, pero tampoco negándole esa habilidad innata para comunicar y, en esta ocasión, "hacerse un Tarradellas", argucia para evitar el choque con el líder de la oposición.
Con zapatos diminutos en un barrizal de fango, el aspirante a la silla curul tenía la oportunidad de cantarle las cuarenta al zalamero, que ha mostrado un desprecio existencial a la derecha, en todos sus matices, al tiempo que consentía a socios y aliados un servilismo evidente, lanzándole un crochet:
"Si quiere pacto de Estado –condicionado y explícito, con garantías mutuas respecto a su cumplimiento–, elecciones".
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