Opinión | La semana política
Antes de la boda hace falta cortejo
El acuerdo entre PP y Foro es parte de un trayecto que lleva a una probable coalición y fuerza al PSOE e IU a entenderse con Tomé
Con cierta desmedida solemnidad, el Partido Popular y Foro Asturias han hecho oficial en el parlamento asturiano lo que venía siendo una evidencia notoria. Como en las relaciones de pareja, la afinidad tiene que dar lugar en algún momento al compromiso (sin que necesariamente acabe en boda, o sí) y eso es, valga el símil, lo que se representó ayer en la Junta General.
El proceso era bastante predecible desde el principio de la legislatura, pero como ocurre en las profecías autocumplidas, el comportamiento de los actores acabó casi haciendo razonable que llegase esta escena. El acuerdo de colaboración no bendice una futura coalición electoral, pero la dibuja. Precisamente, dos años de rodaje para comprobar cómo de cómodas se sienten ambas partes puede ser un buen método de preparación. El pacto sellado tiene menos contenido real de lo que la ceremoniosidad con que se ha presentado parecería indicar, pero sí cuenta con un simbolismo relevante. Es el fin de la "aritmética variable" en la que el socialista Adrián Barbón siempre se ha sentido cómodo hasta ahora, y es el establecimiento nítido de que la Junta queda dividida en dos.
Misterio resuelto.
Causó más expectación esta semana el secretismo con que el PP llevó la razón por la que había reservado el salón Europa de la Junta que lo que allí aconteció. Eso sí, en el Gobierno de Barbón la mosca estaba tras la oreja. Hay quien dice que incluso por eso colocó el Consejo de Gobierno el mismo día, pero ni eso tenía ningún efecto ni ha sido extraño que por un informe jurídico se altere la agenda de esas reuniones del Ejecutivo. De hecho, la próxima semana también será de sábado probablemente.
Un camino erróneamente frustrado en 2023.
El PP y Foro ya flirteaban antes de las pasadas elecciones con acudir a ellas en coalición. Pero el retraso del PP en elegir su candidato (Diego Canga) y el desencuentro entre este y Carmen Moriyón (en una tarde de café con pastas a la que solo le faltó la llegada de una ambulancia) impidieron un acuerdo ya difícil. El resultado de las elecciones demostró que la coalición habría supuesto una importante ventaja.
Con Álvaro Queipo ya al frente del PP y con un gobierno conjunto en Gijón, la firma de una coalición en 2027 es el escenario lógico, y más cuando la derecha asturiana está convencida de la posibilidad real de dejar a la izquierda en minoría. Si se formaliza con carácter global, o solo en Asturias y en la ciudad gijonesa se opta por concurrir por separado o no ya son los detalles. Eso sí esa opción de mayoría dentro de dos años solo es posible contando con Vox. Es decir, no es algo exento de riesgos severos.
Lo que sí está claro es que el centro-derecha asturiano ha cauterizado heridas de las que queda una leve cicatriz; primero con la integración de lo que sobrevivió de un Ciudadanos agónico y desmembrado en Asturias, y ahora poniéndole el anillo de compromiso a un Foro ya sin sombra de Francisco Álvarez-Cascos.
Dos desencuentros con el PSOE.
Dos acontecimientos recientes han precipitado esta foto conjunta de Queipo y Pumares. El primero, la negociación presupuestaria. Todo iba encaminado a que Pumares terminase respaldando o absteniéndose en las cuentas de 2025, hasta que se produjo un choque con el ala de IU en el Gobierno a cuenta de actuaciones de vivienda en Gijón. No recibió Pumares el cariño o la contraprestación que esperaba de las filas socialistas y terminó con un voto contrario a las cuentas, que el gobierno aprobó con Covadonga Tomé. Con todo, Pumares aún salvó al Ejecutivo del problema originado por un error de redacción en la ley de acompañamiento relativa al tributo de Sucesiones. Nuevamente el solitario diputado forista se sintió estafado al comprobar mucho después que por resolver aquel asunto —para el que el voto de Foro fue necesario— PSOE e IU acordaron explorar el marco tributario regional en el que IU defendía una subida de impuestos. Foro nunca habría respaldado eso.
El segundo acontecimiento tiene que ver con el objetivo del Gobierno de hacer visible qué partidos apuestan la oficialidad, pese a no contar con la mayoría necesaria para llevarla a efecto. Se trata de una operación parlamentaria con un claro objetivo político: por un lado, que el PSOE cubra el expediente de que, tal y como lleva ahora en su programa, defiende la oficialidad. Y por el otro, señalar al PP como contrario a ella. Pumares, que en la pasada legislatura estuvo a favor (con condiciones) a esa oficialidad, no dudó en entender la trampa y marcar diferencia con el bloque de la izquierda.
La incógnita Tomé.
Esta Junta partida en dos que afrontará lo que resta de legislatura no será cómoda para el Gobierno, obligado ahora a enfrentarse al abismo que supone una Covadonga Tomé consciente de que todas las miradas irán a ella. Ya han sido varios los guiños que le ha lanzado el Ejecutivo, algunos con éxito, como conseguir que impidiese la reprobación a la consejera de Derechos Sociales, Marta del Arco. También han sido insistentes los intentos de Izquierda Unida para hacerla firmar un acuerdo similar al que Queipo y Pumares han rubricado ahora: una especie de alianza estable de la izquierda que garantice una mayoría, al modo de los acuerdos que PSOE e IU mantenían cuando no formaban gobierno conjunto.
Pero en el caso de Covadonga Tomé hay dos cuestiones que tener en cuenta: primero, que podrá esgrimir que tanto derecho tiene entonces a formar parte del Ejecutivo como IU, en vez de ser la aliada externa; segundo, que Tomé está preparando la construcción de su propia marca electoral, por lo que necesitará una voz propia. Mejor ser solista que una más del coro.
Servicios prestados.
Tras este movimiento, el Gobierno no debería caer en el ataque fácil contra Adrián Pumares, un tipo franco, directo y sin dobleces que en más de una ocasión ha salvado asuntos del Ejecutivo desde la razón y el convencimiento, y con quien las relaciones siempre han sido cordiales y sinceras. Pero quizás el político lavianés sí haya sentido en alguna ocasión que el PSOE le ha regalado los oídos interesadamente. ¿Recuerdan cuando desde el entorno de Barbón se le decía a Foro que tendría la fuerza de ser una derecha regionalista al modo de los cántabros de Revilla, capaz crecer en votos si seguía ciertos planteamientos discrepando del PP? Ahora Foro encara el debate de su supervivencia en el ámbito regional. El clima político muda rápidamente y ahora al centro-derecha asturiano solo le cabe un objetivo: poner la mirada en el 2027. Y al Gobierno, también: echar cuentas convencido de que inevitablemente quedará dibujado como el Ejecutivo de un PSOE dependiente de IU y una diputada que fue de Podemos. Fin de la aparente centralidad. Cada uno ya tiene su casilla para dos años.
Bonus track. La coordinación no se hace cambiando nombres.
Cuando Adrián Barbón reorganizó su Gobierno aprovechando la salida de Nieves Roqueñí, introdujo algunos cambios de nombre en las consejerías para visibilizar mejor sus funciones. A Transición Ecológica le quitó el apellido de "Desarrollo Económico", porque así, supuestamente quedaba claro que las tareas de innovación, la captación de inversiones y el diseño económico regional quedarían adscritos a la consejería de Ciencia. Aunque en la Biblia Dios creaba las cosas con solo nombrarlas, en el mundo terreno no ocurre así. Y las discrepancias, duplicidades o descoordinaciones siguen existiendo. La inesperada presencia de la consejera de Transición Ecológica en una reunión en el Ministerio de Defensa esta semana ha evidenciado que no parece claro quién se encarga de qué. Es este un ámbito en el que el Ejecutivo hasta ahora ha operado con acierto, sigilo y aliados adecuados. De ahí que cuestiones como la implantación de Indra o la compra por parte de esta del "Tallerón" de Duro Felguera vayan por buen camino.
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