Opinión

Los cócteles también viajan al espacio

La combinación perfecta para la ansiedad, la depresión y la frustración entre los jóvenes

Eduardo García Fernández es psicólogo clínico

Muchos adolescentes y jóvenes viven con altas expectativas puestas en sus vidas y a su vez con una baja tolerancia a la frustración. Crecen creyendo que todo lo que se propongan lo conseguirán con sólo alargar la mano como quién se encuentra en un jardín del Edén, sin darse cuenta que todo en esta vida tiene un precio.

Lo que se ha ido transmitiendo en esta sociedad de la información (o más bien desinformación, pues se sabe que un porcentaje elevado de jóvenes se informa a través de las noticias de TikTok) y del consumismo, es que con desear las cosas ya casi las tienes, observen como el periodista Jesús Calleja viajó al espacio casi sin mayor esfuerzo, comentó que siempre quiso ir allí desde niño, pero la realidad es que fue a hacer turismo espacial, no había un interés intrínseco en algún experimento espacial u otra actividad científica reseñable, para así lograr explicarlo a los telespectadores, simplemente había que ver a Calleja subiendo a la cápsula espacial y después ver lo que él veía desde allí y su aterrizaje. Ya en 1961 los soviéticos enviaron a Yuri Gagarin al espacio, era un astronauta sin ningún interés turístico, sino más bien ganar la carrera espacial a los norteamericanos, aunque posteriormente ellos consiguieron llevar al hombre a la Luna allá por 1969.

Si vamos a los modelos o ejemplos que se propagan en los programas de televisión (y no digamos en los influencers y youtuberes de turno) como "Master Chef Celebrity", "Master Chef junior", "Maestros de la costura", "First Dates", "La isla de las tentaciones", etc… hay un elemento en común que impregna de forma transversal todos estos programas de gran audiencia; la intencionalidad, no lo olvidemos, es demostrar ante un público lo que tal famoso o desconocido es capaz de realizar en un corto espacio de tiempo, sea cocinar, diseñar ropa o enamorarse en directo (algo que no hace mucho era privado, antes del comienzo de la era de los reality shows), por lo tanto la validación es externa, no interesa que la persona desarrolle una determinada habilidad en cocinar bien para que coma una comida sabrosa y sana (una validación interna), sino para que lo vean, es puro espectáculo; el teórico político Guy Debord escribió sobre ello en su famoso libro "La sociedad del espectáculo" de 1967. Puro exhibicionismo narcisista donde la baja tolerancia a la frustración se muestra cuando rompen a llorar los concursantes, y además este sentimentalismo se repite una y otra vez para mostrar lo sensible que es, creando en los espectadores la complicidad con el concursante que mostró sus emociones; probablemente sea posteriormente notica en el telediario, como lo fue el chico que salió corriendo en el programa "La isla de las tentaciones", cuando su chica se lio con otro, convirtiéndose en un auténtico fenómeno viral que dio la vuelta al mundo.

Si a esto añadimos, que algunos padres les transmiten la falsa idea a sus hijos de que son especiales, (véase la cantidad tan elevada que hay de diagnósticos de altas capacidades) entonces ya tenemos el cóctel perfecto para que la ansiedad, la depresión y la frustración campen a sus anchas entre la población joven y adolescente.

Así que una gran tarea por parte de los profesionales de la salud mental sería adoptar una postura con las familias de ponerles los pies en la Tierra, antes de que se quieran ir al espacio para colgarlo en TikTok.

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