Opinión | A Divinis

Francisco aprende a respirar

El crecimiento estable del catolicismo en el mundo frente a otras corrientes religiosas más expansivas

En los días en que el Papa Francisco se preparaba para dejar el Policlínico Gemelli (1.600 camas) y volver al Vaticano, la Santa Sede publicaba su Anuario Estadístico 2023, año en el que el número de católicos en el mundo se incrementó hasta los 1.405.000, un 1,15 por ciento más que el año anterior. Este dato tiene un doble interés: primero, porque el crecimiento de la Iglesia evoluciona establemente con incrementos anuales moderados.

Entre lo más florido de las creencias, sólo el Islam o el Pentecostalismo cristiano (protestante, evangelista…) registran incrementos anuales de hasta el 8 por ciento. Los más de 300 millones de pentecostales se agrupan en un número superior a las 700 iglesias independientes (denominaciones) o parcialmente asociados. También existe un Pentecostalismo católico, pero no es tan fogoso como los del continente americano, África o Ásia.

En algunas ocasiones pude asistir en EEUU a algún servicio pentecostal, con mucha música, colgantes, luces, movimiento, predicadores, hip hop, camisetas y gorras, imposiciones de manos y milagros de poco monto. Pero todo muy respetable. Como parte del fenómeno de las megaiglesias (varios miles en el mundo), una de estas denominaciones puede reunir hasta 400.000 fieles en unas 15 funciones de fin de semana en instalaciones propias. Esto sucede principalmente en India, Korea, Nigeria…

Como en toda "religión americana" (concepto del ensayista Harold Bloom), algunos lugares santos del Pentecostalismo son el Monte Sinaí o Jerusalén, lo cual reafirma los impulsos sionistas o judíos de la trágica América de Trump, vinculado él al evangelismo pro hebreo más brutalmente belicista. Toda la antigüedad judía consiste en guerras contra sus vecinos, que a diferencia del presente los machaban y los mandaban al exilio y a la diáspora.

Pues bien, afortunadamente, muy poco de esto sucede en el catolismo común. La catolicidad crece mansa y establemente (menos en Europa, desde hace seis décadas), lo cual significa en segundo lugar que resulta tan feo rezar para que Francisco ascienda a la Gloria como suponer y acusar a otros de que lo hacen para librar a la Iglesia de un supuesto retroceso. Por lo demás, Europa, que no existe, es tierra de impiedad que no pudo existir ya después de las dos guerras mundiales y del Holocausto, del que Hitler fue el actor principal, aunque precedido por antisemitismos tan variados como el de Bismark, o el soviético, el británico y, parcialmente, el católico.

Pero volviendo al Papa, hoy mismo y a esta misma hora, el hombre de la sotana blanca aprende de nuevo a respirar y a expresarse con palabras. Como en las últimas semanas, sus secretarios, un argentino y un italiano, le acercan la correspondencia privada, los informes de la Curia, los decretos, los nombramientos…

Francisco no se ha bajado de la Cruz (triste expresión con respecto a Ratzinger del tosco polaco Dziwisz, oscuro secretario y gobernante del Vaticano durante las ausencias del Papa Wojtyla), lo que significa que Bergoglio quiere completar algunos ya previstos.

Por ejemplo, se espera en este 2025, según su propio prelado, Fernando Ocáriz, que el Opus Dei ejecute la reforma estatutaria, el proceso más complejo y difícil de la Iglesia contemporánea. Hay que cortar muchos pelos en el aire del Derecho Canónico para resolverlo, aunque Francisco ya les ha dado pistas de cómo hacerlo mediante tres documentos pontificios. Ahora bien, resulta entendible que al Opus no le gusten esas insinuaciones, que sin duda complicarán la ejecutoria de la Obra. En cualquier caso, todavía no conocemos ni el día ni la hora de los nuevos estatutos del Opus Dei, ni el día ni la hora del Papa, que reaprende a inhalar más que a expirar.

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