Opinión

Sánchez en China tiene chinado a Trump

Un viaje que tendrá consecuencias políticas

El viaje de Sánchez a China podría tener que ver con el interés del presidente del Gobierno en conocer de cerca la historia y pormenores de la dinastía Ming, que gobernó aquel vasto país durante más de 250 años, los mismos que el líder plenipotenciario querría permanecer en el poder en España o lo que quede de ella, cuando la nación se disgregue en pequeños reinos de taifas y deje de llamarse como se llamó para denominarse Expaña en adelante.

Los Ming construyeron la Gran Muralla, proyecto de ingeniería que interesa al PSOE como modelo práctico para blindar el palacio de La Moncloa y convertir la sede de Presidencia del Gobierno en un búnker infranqueable al modo de la Ciudad Prohibida de Pekín, donde no se puede entrar sin perder la cabeza.

Puede que Sánchez haya montado una expedición a la Conchinchina para huir de la quema de los fogones de aquí, con su antiguo amigo Ábalos enfrascado en tapar sus rollitos de primavera y el tal Koldo señalado por una de las novias del exministro, la miss asturiana, como un pedazo de cerdo agridulce. A mayor abundancia, el gran jefe ha dejado al mando de sus soldados de terracota a una vicepresidenta que cuando abre la boca sube el pan de gambas. No hay comparecencia de la señora Montero que no se convierta en una tortura china.

El viaje de Sánchez ha contrariado a Estados Unidos, lo cual augura que, en venganza, Trump nos hará sudar tinta china y nos obligará a gastar billones en convertir en blindados nuestra artillería de tirachinas. No parece buena estrategia alterar a un tipo que está chinado, convertirse en la china europea en el zapato de USA. 

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