Opinión

Qué viejos somos, Paca

El adiós a la popular osa del cercado de Proaza

Paca era una osa inquieta y dominante; su hermana Tola se mostraba, sin embargo, más tranquila y sumisa. Ambos ejemplares, rescatados al furtivismo en una época en que en Asturias aún se abatían plantígrados casi en absoluta impunidad, se convirtieron durante décadas en la postal de la recuperación de la especie cantábrica, entonces en serio peligro de extinción.

La reciente muerte de Paca nos recuerda que vamos para viejos los que hace ya décadas acompañamos a la expedición asturiana a la finca de El Hosquillo, en Cuenca, donde las osas crecieron hasta que fueron devueltas a su región natal, donde agotarían su longevidad, en el cercado de Proaza.

Doy fe que no fue sencilla la tarea de introducir a las osas en una cápsula metálica para su traslado por carretera a su nueva residencia. Podría contarlo José Félix García Gaona, técnico de la administración regional que dirigió una complicada operación que le quitó muchas horas de sueño, como había ocurrido con el traslado previo de Cataluña a Cuenca, donde la captura se hizo posible gracias a unos cuantos kilos de miel. A las osas les gustaba el turrón que en Año Nuevo les llevaba su cuidador, Roberto García.

La llegada a Proaza se convirtió en una romería popular. En representación del gobierno de Castilla-La Mancha se desplazó el consejero de Agricultura, Mariano Maraver y López del Valle, illescano como yo que había sido compañero de juegos infantiles de mi padre. Un gran tipo.

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