Melania es ejemplo y guía

Pasamos demasiado tiempo mirando a Donald Trump y eso recompensa su naturaleza de chico que aún necesita atención después de haber llegado a viejo sin haber superado sus mierdas, solo repitiéndolas. El fenómeno es universal y solo hay una persona ajena al influjo del presidente de EE UU: Melania Trump. Ella ha de ser nuestro ejemplo y guía.

Hay que mirar hacia la primera dama y observar que no se la ve porque no está. Buscas a la primera familia en la Casa Blanca y acabas creyendo que la esposa del presidente es Elon Musk, cargando con su hijo Lil X (de nombre completo X Æ A-XII) como el John-John bajo la mesa de Kennedy. Buscas a la primera dama, pero solo encuentras a su corte de pelotas con más ánimo de reunirse para jugar al póker mascando un puro en el peor cuarto de la Casa Blanca que de hacer un chat en Signal para tratar del bombardeo a la guerrilla rebelde hutí en Yemen.

No mire al presidente de Estados Unidos, mire a la primera dama y podrá admirar a la persona que mejor desprecia a Donald Trump en el mundo, con una indiferencia tajante sostenida, con un desinterés de felino negro, con una desatención plena que es un sanísimo mindfulness inverso. Donald Trump podría disparar contra una persona en la Quinta Avenida y ni con esas conseguiría el soslayo con el que mira Melania.

Al campeón perpetuo le tiene que demoler que la primera dama sea su primera derrota por ese desdén tan cierto como bien representado que acude con ala de sombrero afilada a la toma de posesión para mantener la distancia. Ni Xi en China, ni Volodímir Zelenski en Ucrania, Melania acumula y supera la suma de desprecio de la población mundial y lo convierte en sexy mientras los demás hiperventilamos con la última gracia del payaso cruel del precioso pelo.

Melania tiene un gran poder y una gran responsabilidad y los ejerce aunque su desapego pueda haber llevado la economía mundial al precipicio de los aranceles para que los países en fila le besen el culo sencillamente porque su mujer no le besa la cara.

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