Opinión
Solo nos separa el charco
Argentina es Europa y para los españoles un argentino es uno más de los nuestros
Llegué a Buenos Aires a media mañana. Del hotel habían enviado al aeropuerto de Ezeiza un "remis", expresión francesa para los coches de alquiler con conductor. El Hotel San Carlos, en la calle Suipacha, era de un asturiano, creo que de Grao. Comí algo en un restaurante próximo, propiedad de una familia de Cangas del Narcea, y volví al hotel a dormir una pequeña siesta; el jet lag obliga. Ya despejado, salí a callejear. Había algo en el ambiente, sin saber exactamente, que me recordaba el aire de Madrid; en algunas calles especialmente lujosas, París. Pasé por delante de un teatro. En la cartelera vi que actuaba Charo López.
Llegué a la Calle Florida. Se oía música y había gente. Me acerqué. En el centro, una pareja bailaba un tango. Supe más tarde que era habitual; El tango, para un porteño, es un símbolo. El hombre tendría setenta años. Alto, enjuto, con traje negro, zapatos de dos colores y sombrero de siciliano. Ella era más joven, quizá cincuenta. Llevaba falda larga abierta hasta medio muslo. Los dos se movían con chulería propia de Chamberí. Lo hacían muy bien.
Estaba en Buenos Aires, pero a la vez me sentía en casa. Me acerqué a "La Estancia", allí mismo, un asador del que me habían hablado. Pedí "tira", el costillar de vacuno cortado del modo que aquí llamamos "churrasco". "Viene con papas" -me dijo el camarero, como si fuese canario. Le pedí un vino que estuviese bien y que no fuese caro. "Tenemos un rioja lindo, señor, pero de nuestra Rioja, no de la de ustedes·" -comentó sonriendo. Era una carne brutal.
Al día siguiente, ya de trabajo, me reuní con un ganadero importante. Argentino de nación, como su padre, pero inglés. Con el paso del tiempo crucé Argentina de arriba abajo y de Este a Oeste. Me encontré con población india en el Norte: Salta, Jujuy. En el resto eran de sangre europea, y todos -americanos y europeos- hablando un castellano precioso con música italiana. Tengo un amigo, sacerdote misionero de Santa Fe, con apellidos alemanes. Y en esta casa tenemos primos en Mendoza, algo común en tantas familias españolas.
Conclusión: No sé si les gustará oírlo a ellos, tan nacionalistas, pero Argentina es Europa. Como Portugal, Francia o Alemania. Y para los españoles en concreto un argentino es uno más de los nuestros, como un extremeño, o un navarro.
Las distancias han cambiado. Hoy se llega a Buenos Aires en nada. Y la geopolítica, los bloques, han saltado por los aires debido a un presidente USA desquiciado. No queda otra que ser más fuertes. Si Argentina formase parte de la Unión Europea -fuimos los mismos hasta 1816, tampoco sería novedad- los beneficios serían mutuos: la economía rioplatense tendría que ajustarse a las normas de la Unión, lo que resolvería sus problemas estructurales, solos no pueden; Europa contaría con uno de los países más hermosos del mundo, verdadero granero; la superficie de la Unión pasaría de cuatro a siete millones de kilómetros cuadrados y rozaría los quinientos millones de ciudadanos, el tercer país del mundo tras India y China. No es tan difícil, solo nos separa el charco, no el corazón.
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