Opinión

Tierra de chamizos

La sorprendente explicación de la ya exconsejera de Barbón: "Los mineros trabajaban en condiciones inimaginables en el siglo XXI"

Hacía mucho tiempo que no oía la palabra "chamizo". En Madrid, que yo sepa, no hay chamizos. Lo más parecido son los cuchitriles asiáticos de Usera, esos talleres textiles ilegales en los que laboriosos obreros chinos trabajan en condiciones impropias del siglo XXI. No dejan de ser condiciones parecidas a las de la esclavitud laboral que operarios del sudeste asiático padecen en sus propios países trabajando para grandes compañías occidentales.

El uso de la palabra chamizo era muy frecuente en mi infancia. El valle del Nalón y los valles aledaños estaban –por entonces, no sé ahora– llenos de chamizos: pequeñas explotaciones mineras -supongo que sin ningún tipo de control-, prospecciones que resultaron infructuosas, y fueron abandonadas, o respiraderos para proporcionar ventilación a las minas. En uno de estos respiraderos llegó a trabajar un tiempo mi padre, manejando un compresor de aire en un chamizo de Minas de La Encarnada.

Como es bien sabido, Asturias es una tierra agujereada, perforada como un queso emmental. "No os metáis en los chamizos", nos advertían con frecuencia nuestras madres, justo antes de contarnos la historia tétrica de un niño que se había metido en uno y se quedó atrapado para siempre. Historias parecidas a la del niño Julen en Totalán (Córdoba), cuyo cadáver fue recuperado en 2019 por la Brigada de Salvamento Minero asturiana después de trece días de trabajo e incertidumbre.

En realidad, el chamizo, según el diccionario de la Academia Española, es el leño medio quemado con el que se construyen las chozas que con frecuencia se sitúan en las bocaminas. El término se aplica también a tugurios, antros, garitos y cuchitriles. Hay que recurrir al "Diccionariu de la Llingua" para encontrar el significado que aquí nos ocupa. "Chamizu, el: sust. Mina [pequeña, insegura onde se trabaya en males condiciones]. 2 Negociu [pequeñu, que da mui pocos beneficios por tar mal lleváu]. 3 Chabola [que val de casa, que val pa guardar la ferramienta]".

Es a lo que debía de referir la dimitida consejera de Medio Ambiente, Belarmina Díaz, cuando, en su comparecencia en la comisión parlamentaria de la Junta del Principado, se refería a la mina de Cerredo (Degaña) como "el peor de los chamizos".

No es la primera vez que un chamizo ennegrece la imagen de Asturias, que los asturianos sentimos vergüenza por la negligencia de nuestras autoridades. Aunque han pasado once años, aún está en la mente de todos la mina Conchita (en el occidente del Principado), donde con una facilidad pasmosa se robó la dinamita Goma 2, los clavos y los tornillos que el ex minero Emilio Suárez Trashorras facilitó para confeccionar las bombas que estallaron en los trenes el 11 de marzo de 2004, en Madrid. El atentado más sangriento de la historia de España causó 192 muertos y 1.856 heridos.

La historia todavía adquirió más relevancia con el espléndido libro de Manuel Jabois "Nos vemos en esta mina o en la otra" (Planeta), posteriormente convertido en no menos espléndida serie bajo el título "Nos vemos en otra vida" (Netflix).

Chamizo es una palabra sonora, polisémica, de esas que con muchas connotaciones. Sólo oírla ya se asocia a chapuza. Asturias no puede permitirse ser famosa por sus chamizos, por esas minas pequeñas, inseguras donde se trabaja en malas condiciones, por negocios pequeños, que dan muy pocos beneficios por estar mal llevados.

Lo que demuestran estas tragedias provocadas por los chamizos es que cerramos en falso nuestras minas, intentamos enterrar de forma chapucera y precipitada nuestro pasado minero, que ahora emerge para pedir cuentas a través de los chamizos. Esas minas piratas que se distinguen por su falta de seguridad, sus condiciones de trabajo más propias del XIX que del XXI, esas explotaciones ilegales o alegales ante las que las autoridades miran para otro lado. Han pasado 19 días desde la muerte de cinco mineros por esas negligencias y no sabemos lo que pasó exactamente, ni de quién ha sido la responsabilidad. A ver si el chamizo va a ser más grande de lo que pensamos.

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