Opinión
Muerte de un párroco
Resulta inevitable, a la hora de tallar a un papa, medirlo con los anteriores. Sin ir más atrás, porque se perdería el tino histórico, el Papa Woytila, vencedor del comunismo, combinaría el retorno a antiguos valores y el avance al apostolado mediático a gran escala; el Papa Ratzinger, martillo del progresismo, supondría la restauración, un tanto elitista, de la dogmática de alta escuela. ¿Y el Papa Francisco, contradictorio desde el primer día en su envolvente de jesuita-franciscano? Quizás sobre todo un intento, que aún es pronto para saber si efímero, de regreso a la parroquia –con su proximidad al pueblo y sus problemas, no a las masas mediáticas– y de lenguaje directo con cierto acento de barrio, en una dogmática de sermones dominicales. ¿Una bajada de nivel, casi un bache, como algunos lamentan? Atención, la verdadera grandeza de la Iglesia siempre estará en los párrocos.
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