Opinión

Pastor pobre, Papa de las periferias

Hablar del Papa Francisco es hablar de la sencillez y de la espontaneidad, de un perfil cercano a la pequeñez de un niño o a la humildad que viste la pobreza.

Pastor pobre, Papa de las periferias

Pastor pobre, Papa de las periferias

Creo que estamos viviendo un momento histórico en la Iglesia. Y en el mundo, hemos perdido la presencia y las palabras de un hombre audaz y valiente que siempre soñó con romper el orden establecido; aquel joven obispo argentino de profunda austeridad, que rechazaba los lujos, que quería vivir cercano a los más pobres y marginados. Un pastor preocupado por las cuestiones sociales y caritativas que quería recuperar el sentido de la gente sencilla, el sentido de pueblo; un pastor que criticó el capitalismo neoliberal. Que siempre supo estar al lado de los movimientos populares, por lo que muchos mal pensantes le siguen llamando el "peronista vestido de blanco". Un progresista moderado, que en 2005 se negó a aceptar la responsabilidad que le pedían. Lo que no pudo evitar en 2013, cuando todos pensaron que era la mejor opción para renovar la Iglesia.

Hemos perdido a un hombre sencillo que desde que llegó al papado quiso romper con todos los honores y grandezas, que quiso vivir en una humilde residencia, que deseaba mostrar cercanía personal y empática con la gente común. Un hombre incluso sobrio en sus formas litúrgicas, que soñó con reformar la curia vaticana, empresa harto complicada, quería una Iglesia sinodal, transparente, con una curia simplificada, de perfil misionero. Para él, lo importante era anunciar la Buena Noticia, no la ortodoxia doctrinal. Un hombre carismático y mediático que detestaba la burocracia. No le faltaron momentos de tensión con la curia. Relató con cierta sorna aquellas enfermedades; como los chismes, la rigidez, el funcionariado, el Alzheimer espiritual o la cara de funeral. Quería una Iglesia del pueblo y con el pueblo, gobernada de manera colectiva y compartida, con todos los estamentos.

Es verdad que no fue un hombre de grandes doctrinas. Prefería la acción y los gestos simbólicos. En sus distintos documentos y escritos nos dejó pinceladas sobre una Iglesia a la que invitaba a ir a los márgenes, a las periferias. Una iglesia que que fuera un hospital de campaña. Esa búsqueda de la periferia se ve en sus viajes a los rincones más pobres de nuestra tierra, en el nombramiento de los nuevos cardenales, en la atención a la Iglesia más alejada. Incluso en las cuestiones sociales más polémicas, como el aborto, la homosexualidad, el divorcio, donde adoptó siempre una actitud pastoral de acogida de escucha y de comprensión. O cómo vivió el drama de la inmigración. O el tema del medio ambiente, como recoge en su encíclica "Laudato si".

Fue el papa de las periferias, de los pobres, de la apertura, demasiado valiente, que asumió muchos retos, tal vez demasiados, que soñó con una reforma profunda de la Iglesia, que fue atacado y cuestionado desde tantos sectores. Nos deja habiendo sentado las bases del gran sueño de una Iglesia pobre y con los pobres. Descanse en paz nuestro Pastor.

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