Opinión
Groenlandia y otras frutas
Las ambiciones expansionistas de Trump
Una extraña tranquilidad se muestra en la geografía internacional. Pero creo que es engañosa. O temerosa. Quizá sea producida por eso, el temor a lo peor. Me refiero a la situación de Groenlandia, un enorme país con escasa población y, posiblemente, con gran importancia estratégica. Expertos en geopolítica internacional deben explicarlo. La idea aún no está madura.
Las mostradas apetencias de Donald Trump parece que se han tomado como una boutade más del presidente norteamericano, una pretensión ingeniosa del residente en la Casa Blanca –quizá para distraer lo peligroso de los aranceles– respecto al enorme territorio nórdico bajo administración danesa. Generalmente nos extrañamos hoy de pretensiones como esa pero que ya se cumplieron y en tiempos existieron y se llevaron a cabo. Estados Unidos es un ejemplo de ello cuando "compró" algunos enormes de sus estados, grandes territorios que han pasado a ser miembros de la Unión. Las declaraciones de dos políticos trumpistas, con la disculpa de las amenazas de China y Rusia, sobre la gran isla –JD Vance: "Su pueblo estaría mejor bajo el paraguas de EEUU"; Marco Rubio: "Los groenlandeses son los que quieren alejarse de Dinamarca"– recuerdan tiempos de Buffalo Bill. Las carreras sobre territorios indios para apoderarse de unas tierras que "no eran de nadie".
Las declaraciones del presidente de Estados Unidos parece que han sorprendido al mundo político internacional pero de la primera sorpresa se podría pasar a la realidad. Poco cabía esperar de un acercamiento a Vladimir Putin. No ha cumplido ni los cien días "de cortesía" y el Gobierno estadounidense ha saltado por encima de la Unión Europea y ya negocia con Rusia sobre el estado de Ucrania, que ya se apropió de Crimea. Y digo "sobre el estado" porque, al escribir estas líneas, solamente ha iniciado reuniones sin llegar a ningún acuerdo. No parece tan simple acordar algo sin que el protagonista o sufridor de un ataque sea, simplemente, un ente pasivo, sin decisión ninguna. Aunque las pretensiones norteamericanas parecen próximas a un acuerdo sobre un territorio que les cae lejano y poco atractivo para su propósito expansionista. Un propósito que iría en el sentido de calmar a la fiera para que no altere nuestra ambición mayor.
La ambición trumpista sigue siendo Groenlandia pero antes debe calmar el ambiente económico internacional revuelto por los aranceles para que resulte más fácil la anexión, que no levante ampollas en el panorama político mundial. De momento las cosas las tiene a su favor, aunque previamente ha de ganarse a su presunto enemigo, ya que el mundo ha aguantado que Rusia se haya anexionado la península de Crimea, lo haya consolidado políticamente, y luego haya entrado con su Ejército en nuevas tierras ucranianas y se apropiase de varias provincias de un país libre. Un oscuro dictador como el del Kremlin, con un extenso territorio donde puede disfrutar de materias de todo tipo, aguanta sanciones no difíciles de sortear y consagra sus conquistas sin apenas oposición.
Conseguida la tranquilidad negociada con Rusia y con la debilidad de la Unión Europea, con parte del "enemigo" dentro, la "incorporación" de Groenlandia será solamente una demostración de fuerza dentro o fuera de la OTAN. Quizá no sea un gran tesoro económico pero si estratégico para su seguridad como país poderoso ante posibles disputas venideras, litigios internacionales que normalmente no alcanzan efectividad porque, como ya vemos, el mundo es del más fuerte, sea rojo, azul o amarillo.
Trump lo tiene más complicado con Canadá o México porque sus declaraciones ya como presidente no eran más que retóricas para preparar el campo de batalla pero se ha de tener en cuenta que ha sido siempre un empresario y su dinero podría competir en Israel y realizar el resort pretendido en la franja de Gaza, que ya tiene el beneplácito de Netanyahu, con un poderoso Ejército destructor a su lado y la protección de un servicio de inteligencia tan potente como el Mossad. También algunas informaciones anexionistas hablaban de los países centro y suramericanos donde las "plataneras", las grandes compañías fruteras, ponen y quitan gobiernos, pero mantenerlos como están no representa problemas estratégicos y ya dichas compañías se encargan de la política económica que mantienen. Son fruta madura. Es más fácil construir un muro y "extraditar" a "delincuentes extranjeros" para que se ocupen de ellos los oportunos "bukeles" en cada momento.
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