Opinión

Un puente con los colectivos más marginados

El Papa Francisco fue un puente entre el Concilio Vaticano II y la Iglesia del mundo de hoy. Aquella generación nacida por entonces habíamos quedado huérfanos y cuando él llegó sentimos de nuevo en Iglesia calor familiar. Nuestra esperanza, tan debilitada, comenzaba a revivir y tomar fuerza en nosotros para sostenernos en nuestro compromiso social desde la fe cristiana.

En lo que se refiere a la doctrina quiero reivindicar su sabiduría para ver, analizar y hablar. Nunca se me olvidará lo de "las tres tes": "Tierra, techo y trabajo, eso por lo que ustedes luchan, son derechos sagrados. Reclamar esto no es nada raro, es la doctrina social de la Iglesia", dijo en el Encuentro Mundial de movimientos populares en 2014. Y defendió un ecologismo integral. Ahí denunció "el acaparamiento de tierras, la deforestación, la apropiación del agua, los agrotóxicos inadecuados", señalando algunas de las causas que "arrancan al hombre de su tierra natal". Añadió luego, "la especulación financiera condiciona el precio de los alimentos y causa sufrimiento y muerte de hambre de millones de personas". "El hambre es criminal, la alimentación es un derecho inalienable", dijo. No puedo dejar de pensar en el genocidio de Gaza, donde se utiliza también el hambre como arma letal o en los emigrantes, tan ultrajados por algunos, que los fuerza a salir de sus tierras.

Certero fue además Francisco hablando de uno de los problemas más importantes de hoy: "Lo dije y lo repito: una casa para cada familia. Familia y vivienda van de la mano". Habrá que defender el derecho a la vivienda con la misma fuerza que se hace con la familia, ¿verdad? "Por eso, ni erradicación ni marginación: hay que seguir en la línea de la integración urbana… con educación y seguridad en la tenencia". Condeno también el negocio con este bien social, los fondos buitre, los altos intereses bancarios...

También unas pocas palabras más suyas sobre el trabajo: "No existe peor pobreza material que la que no permite ganarse el pan y priva de la dignidad del trabajo". Refiriéndose al sistema capitalista neoliberal afirmó: "El desempleo juvenil, la informalidad y la falta de derechos laborales no son inevitables, son resultado de una previa opción social, de un sistema económico que pone los beneficios por encima del hombre…".

Fue sabio también en su saber cómo acercarse a los más necesitados: sus visitas a los presos dan muestra de ello. Lo fue para abrir la Iglesia a los marginados en ella: las mujeres, colectivo de personas homosexuales, divorciados vueltos a casar. Para proteger a los abusados en su interior. Se puede decir que fue un muy buen Papa que ha señalado una dirección en la que aún se pueden renovar muchas otras cosas necesarias: señalar los puntos esenciales de la doctrina evangélica y presentarla con nuevos conceptos que entiendan las personas de hoy. Liberarla del viejo ropaje filosófico y precientífico.

Creo que lo mejor que podemos hacer ante la muerte del Papa Francisco es revivir sus palabras para que él siga vivo entre nosotros, ser fuerza de su Pascua. Y, más aún, si alguien lo quiere: seguir sus actitudes y comportamientos ejemplares señalados aquí.

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