Opinión
La última homilía de Bergoglio, ¿o la primera?
Con frecuencia recibo en mi WhatsApp textos cursis o de mala factura atribuidos casi siempre a autores clásicos: Séneca, Cervantes, Montesquieu, Voltaire, por supuesto de "El Principito", de Saint-Exupéry; de Proust, de García Márquez... y nunca falta el pésimo autor brasileño, Paulo Coelho. Pues bien, suelen ser falsos y parten de algún autor anónimo que se ríe de las redes y de los lectores que no leen. A uno que haya leído el "Quijote", a Proust, a García Márquez..., difícilmente pueden colarle un texto mediocre, y tampoco un texto bueno si lo atribuyen a Paulo Coelho, incapaz de textos buenos.
El lunes de Pascua, día del fallecimiento del papa Francisco, me comuniqué con mi familia de Argentina, la saga de los hermanos de mi abuelo materno Emilio Corrales, y a propósito del luto y de mis frecuentes conversaciones, más allá del Atlántico, mi prima de Rosario, Dolly Corrales, me envío la supuesta última homilía del papa Bergoglio, el domingo de Resurrección. Tanto a ella como a mí, aunque breve, nos pareció muy extensa para las precarias facultades del papa, un día antes de su fallecimiento. Consulté a las redes, por si había sido una homilía anterior y comprobé que es un texto publicado en las redes en 2006, atribuido al propio Bergoglio antes de ser papa, y atribuido también al poeta portugués Fernando Pessoa (esto me parece más improbable).
Bienvenidos, por supuesto, no los bulos ni los textos apócrifos, pero sí recomendaciones que puedan ayudarnos a vivir. En este caso, aunque no sabemos de dónde salió, si de un libro de autoayuda o de un poema de Benedetti, acá copio la "homilía" que me enviaron desde Argentina.
"Puedes tener defectos, estar ansioso y vivir enojado a veces, pero no olvides que tu vida es la empresa más grande del mundo. Sólo tú puedes evitar que se vaya cuesta abajo. Muchos te aprecian, admiran y aman. Si pensabas que ser feliz es no tener un cielo sin tormenta, un camino sin accidentes, trabajar sin cansancio, relaciones sin desengaños, estabas equivocado.
Ser feliz no es sólo disfrutar de la sonrisa, sino también reflexionar sobre la tristeza.
No sólo es celebrar los éxitos, sino aprender lecciones de los fracasos.
No es sólo sentirse feliz con los aplausos, sino ser feliz en el anonimato.
La vida vale la pena vivirla, a pesar de todos los desafíos, malentendidos, periodos de crisis. Ser feliz no es un destino del destino, sino un logro para quien logra viajar dentro de sí mismo. Ser feliz es dejar de sentirse víctima de los problemas y convertirse en el autor de la propia historia, atraviesas desiertos fuera de ti, pero logras encontrar un oasis en el fondo de vuestra alma.
Ser feliz es dar gracias por cada mañana, por el milagro de la vida. Ser feliz es no tener miedo de tus propios sentimientos. Es saber hablar de ti. Es tener el coraje de escuchar un ‘no’. Es sentirse seguro al recibir una crítica, aunque sea injusta. Es besar a los niños, mimar a los padres, vivir momentos poéticos con los amigos, incluso cuando nos lastiman.
Ser feliz es dejar vivir a la criatura que vive en cada uno de nosotros, libre, feliz y sencilla. Es tener la madurez para poder decir: ‘Me equivoqué’. Es tener el valor de decir: ‘perdón’. Significa tener la sensibilidad para decir: ‘Te necesito’. Significa tener la capacidad de decir ‘te amo’. Que tu vida se convierta en un jardín de oportunidades para ser feliz.
Que tu primavera sea amante de la alegría. Que seas un amante de la sabiduría en tus inviernos.
Y cuando te equivoques, empieza de nuevo desde el principio. Sólo entonces te apasionará la vida. Descubrirás que ser feliz no es tener una vida perfecta.
Pero el uso de las lágrimas es para regar la tolerancia. Utiliza las pérdidas para entrenar la paciencia. Usa errores para esculpir la serenidad. Usa el dolor para pulir el placer. Usa obstáculos para abrir ventanas de inteligencia.
Nunca te rindas. Nunca te rindas con las personas que te aman. Nunca renuncies a la felicidad, porque la vida es un espectáculo increíble".
En fin, como dijo Cervantes, creedme que lo dijo Cervantes en "Persiles y Sigismunda": "Así como es pena del mentiroso, que cuando diga la verdad no se le crea, así es gloria del bien acreditado el ser creído cuando diga mentira". Esta epístola, venga de quien venga, me la creo.
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