Opinión | Andà p'allá, bobo
Y, encima, nos preguntan por qué somos unos locos del fútbol
La gente habla mal de aquellos que sentimos auténtica pasión (moderada y no moderada) por este deporte, que es, sin duda, el único injusto de la vida

Barcelona's Ronald Araujo, right, and Barcelona's goalkeeper Marc-Andre ter Stegen lift the trophy after winning the Spanish Copa del Rey final soccer match between Barcelona and Real Madrid at Estadio de La Cartuja stadium in Seville, Spain, Sunday, April 27, 2025. (AP Photo/Joan Monfort) / Joan Monfort / AP
Como diría Luis Enrique, la gente no tiene ni puta idea, ¡ni puta idea!, de por qué nos gusta el fútbol. La gente cree que esto es un deporte más. La gente piensa que es simple entretenimiento. La gente habla mal de aquellos que sentimos auténtica pasión (moderada y no moderada) por este deporte, que es, sin duda, el único injusto de la vida.
La gente piensa que hay religiones mejores, con mejores dioses e, incluso, con sacerdotes y sacerdotisas más sabias, más, más. La gente piensa que estar pendiente de un clásico, no dormir, empezar a ver un partido un sábado y acabarlo un domingo, es de auténticos locos, cuando los locos son ellos que no entienden por qué nos gusta tanto, tanto, que once hombres (y mujeres, hoy el Barça juega un partidazo de la semifinales de la Champions femenina) vayan detrás de un balón y nos vuelan chiflados/as sus filigranas.
Pues miren, se lo diré rápido. Si alguien vio anoche (y esta madrugada) la final de la Copa del Rey, en La Cartuja, con miles y miles de aficionados, que viajaron por tierra, mar y aire, y millones y millones de feligreses en todo el mundo, y no se arrepiente de no ser un loco más, es que no sabe lo que se pierde, es que no tiene ni puta idea de disfrutar de la vida.
No importa, no le dé más vueltas, si usted vio la final de Copa y sigue sin gustarle el fútbol, déjelo, dedíquese a otros menesteres, pero no nos llame locos, histéricos, chiflados. Los chiflados son otros, no nosotros
Miren, no hace falta ser del FCBarcelona ni del Real Madrid, ni siquiera tiene que gustarte Lamine Yamal o Kylian Mbappé, para volverte loco con un partido así, para agradecerles a todos ellos, a los 20, 25 o 50 futbolistas que han participado, en un bando y en otro, en esta maravilla, que debería de figurar en el museo ese de los Legens que hay en Madrid.
En serio, que me da igual que la Copa se la llevase, al final, el Barça por un error del más veterano de todos, de Modric y un atrevimiento del más pijo y exótico de todos los futbolistas que había sobre el césped, el pintoresco Koundé. Que me da igual, repito, que la copa fuese para el Barça, pues las dos asas de ese trofeo debían de habérselas dado al Real Madrid.

Koundé celebra el gol del triunfo del Barça frente al Madrid en la final de Copa. / Efe
Que sí, en serio, que lo que hemos visto esta madrugada es muy grande, es lo más grande que hemos visto este año. Por eso el perdedor, el mismo que la lió, no desde el minuto uno, no, desde el día anterior, es decir, el Real Madrid, protestó tanto, tanto, hasta desquiciarse, porque sabía que esa victoria era mucho más que un triunfo, mucho más que un trofeo y por eso se volvieron locos de verdad y casi agreden al árbitro, que les había ayudado, vaya que sí, a llegar vivos hasta el final, hasta la prórroga, pues si no fue penalti a Raphinha sí lo fue a Ferran.
El Barça se llevó la Copa, se la dieron, la mereció, ya tiene un nuevo trofeo, pero al Real Madrid le podrían haber dado las dos asas, pues algún premio se mereció, sí. Iba de perdedor, por poco no se presenta y por poco la gana.
Pero, repito, fue un monumento tremendo al fútbol, a un deporte donde es mentira que los favoritos ganen siempre y, sobre todo, donde haber goleado a tu rival, haberle bailado en su estadio, ser líder de LaLiga y semifinalista de la Champions, no te coloca en lo alto del podio en el minuto uno. ¡Qué dices! ¡qué va, hombre, mujer, que va!
Para estar allá arriba en el minuto 120 tienes que haber peleado, sudado, llorado, sufrido, tanto o más que los que tienes enfrente. Porque los de enfrente, que estaban derrotados, que ni salían en los pronósticos, que por poco no se presentan, hicieron, mira por donde, un partidazo como poco, digo, como poco, tan bueno, peleado, disciplinado, sacrificado y determinante como el que hiciste tú.
Ni Carlo Ancelotti merece ser despedido (y lo será), ni Hansi Flick ha empezado su reinado, pues debemos exigirles ¡que caray! El triplete. Cómo no. Ya tardan, ya tardan, en conquistar LaLiga. Vamos.
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