Opinión
La soledad del Presidente
La política, al límite
En medio de la tormenta política que arrecia sobre Moncloa, la ministra de Trabajo se apresuró la mañana del pasado miércoles a transmitir, mediante un mensaje grabado, sensación de normalidad. Declaró que el Gobierno goza de buena salud, sigue mejorando la vida de la gente y agotará la legislatura. Sus palabras resultan inexplicables. La evidencia de lo contrario empieza a ser abrumadora. La situación política presente es harto problemática y se complica un poco más cada día que pasa. Y así se percibe en la calle. Los españoles confiesan al CIS todos los meses que el primer problema del país se encuentra en su vida política.
La realidad es que las cosas tienen visos de empeorar. Los hechos ya no se pueden disimular y, menos aún, ignorar. Se acumulan las trabas para cumplir las exigencias mínimas de una acción de gobierno y el Ejecutivo no reconoce las dificultades. Pedro Sánchez se está quedando solo y su actitud muestra una tendencia palpable al aislamiento. Fue lo que sucedió en la presentación del Plan para la Seguridad y la Defensa. Se vio obligado a hacerlo público en nombre propio y de su grupo, el segundo del Congreso, sin el acuerdo de la oposición ni el apoyo de sus aliados parlamentarios nacionalistas y de izquierdas, ni siquiera la firma de Sumar, su socio en el Gobierno. A las insistentes preguntas de los periodistas respondió que no era necesaria una votación en la Cámara Baja. En la actual coyuntura del mundo, alegó, hacen falta soluciones y no controversias. Reclamó el respaldo al Plan del PP, evitando nombrarlo, y afirmó, sin demasiada convicción, que recogería las aportaciones de la sociedad civil, aunque el documento expuesto esté cerrado, pendiente solo de la evaluación de las organizaciones internacionales con las que España ha asumido compromisos. Tampoco pudo aclarar las dudas planteadas en torno a la financiación del Plan en próximos ejercicios, dado que no hay certeza alguna de que vayan a aprobarse unos nuevos presupuestos.
Los contratos de compra de armas a Israel no son un episodio más, de menor importancia. Habrá que asumir el coste económico y político del que se ha anulado y el Gobierno tendrá que tomar una decisión sobre los restantes, pendiente de la posición que adopten los partidos que integran Sumar, en particular Izquierda Unida. Pero, además de resaltar las diferencias en el seno del Gobierno en una cuestión tan relevante, el asunto ha revelado la descoordinación habida entre ministros socialistas y, lo que es mucho más grave, que el Presidente y la portavoz del Ejecutivo mintieron cuando aseguraron, en el Congreso y la sala de prensa de Moncloa respectivamente, que no habría comercio de armas con Israel. Un gobierno tan sensible al fango de la desinformación que enturbia y corroe la vida pública, preocupado por la calidad de la democracia, no debiera permitirse este doble juego con los ciudadanos ni en materia de seguridad.
El ala socialista del Gobierno gobierna estos días en solitario, en minoría, con Sumar perdiendo el equilibrio, en trance existencial, y bajo la espada de Damocles de Junts. El presidente trata de mantener la coalición en pie. Cuenta con la lealtad inquebrantable de su partido y de la mayoría de sus votantes, entre los que, no obstante, se aprecia el distanciamiento de un pequeño porcentaje. Pero conviene recordar que el PSOE nunca gobernó en condiciones tan precarias y difíciles, exceptuando si acaso los meses posteriores a la moción de censura, hasta las elecciones de 2019, y Pedro Sánchez parece debilitado, sobre todo por algunos grupos de la mayoría parlamentaria que lo invistió y ante la opinión pública.
La cuestión es que en el intento de sortear todos los obstáculos y dar continuidad al Gobierno, Pedro Sánchez está llevando la situación política al límite. Ayer fueron las obligaciones contraídas con los independentistas catalanes, hoy es la anulación de un contrato suscrito para la adquisición de balas y mañana ya veremos. Lo más serio es la degradación del parlamento. Sin presupuestos, si sus socios no le prestan un apoyo fiable y desestima de plano la convocatoria de elecciones, la única opción que tiene es recluirse y actuar al estilo presidencialista, acorde con su personalidad, pero sin aval constitucional. Pedro Sánchez está poniendo a prueba a la democracia española. Es este un motivo de reflexión para la izquierda, que conoce nuestra historia y, tras luchar por la democracia, contribuyó generosamente a la Transición y a su consolidación. Antonio Maíllo, líder de Izquierda Unida, al pedir al Gobierno que rectificara, declaró que había que dar un salto en la cultura democrática del país, aludiendo al deber de cumplir un acuerdo escrito. El afamado texto de Levitsky y Ziblatt, "Cómo mueren las democracias", avisa que la falta de respeto a las reglas pactadas puede indicar el principio del fin. La democracia española emite señales de fortaleza, pero en el futuro tendrá que hacer frente a fuertes embates y en estos tiempos hasta las que creíamos más firmes corren el riesgo de zozobrar.
Suscríbete para seguir leyendo
- Adiós a la jubilación a los 67 años: la Seguridad Social sube la edad máxima en 2025 para estos trabajadores
- Preocupación por el estado de salud de Maite Galdeano tras saberse que su enfermedad ha empeorado: 'Se me parte el alma
- Hacienda devuelve a los pensionistas lo tributado de más por aportaciones a mutualidades
- La trágica muerte de Joel, exjugador del Oviedo de 20 años, tras un choque con su moto en Cabranes: 'Sentimos un golpe y nos echamos a temblar
- Aviso de la Guardia Civil a toda España: a partir de ahora, no se puede dejar esto en la guantera del coche
- Este es el premio que se ha llevado Manu de Pasapalabra y tendrá que pagar mucho a Hacienda
- Paran De Viernes al derrumbarse su invitada embarazada: la ex de Carlo Costanzia desvela sin querer quién es el padre
- Última ovación para 'Merchero', el toro que marcó una época en los concursos de ganado