Opinión

Paradojas

"Te damos gracias, Señor, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños". Es obligado recordar estas palabras de Mateo en el funeral de Francisco donde los más cercanos al ataúd han sido, por un lado, los sabios y entendidos con casulla roja y mitra blanca, por el otro, todos los poderosos de la tierra, Trump y su larga corbata, al lado de los reyes de España, menos Putin, Jinping, Netanyahu, ah sí, y Pedro Sánchez, ejemplificando la gran paradoja. Entendidos y poderosos en la gran pompa vaticana ensalzando al humilde y más tarde ese humilde acompañado en Santa María la Mayor por representantes de colectivos marginados como pobres, presos y trans a los que, como a los homosexuales, humanamente se manifestó cercano pero a los que paradójicamente también se refirió en su modo campechano con aquello del mariconeo.

Despedimos al Papa bueno, incómodo, populista, progresista y humilde, al argentino que no volvió a su tierra, al jesuita que quiso llamarse Francisco, al Papa de habla española que no visitó España, al que recibió el último día de su país en la tierra al vicepresidente católico del país más poderoso del mundo que trata a los inmigrantes como a criminales, el que no se cansó incluso en su agotada decadencia de defender a los mismos y claramente dedicó su último mensaje a quienes vienen de tierras lejanas, recordando que todos somos hijos de Dios.

Casi trescientas mil personas asistieron al funeral del Papa que quiso construir puentes y no muros, manifestando así una doctrina opuesta a la de la mítica canción de la muralla que debían alzar los activistas –tráiganme todas las manos, los negros sus manos negras los blancos sus blancas manos– monumento musical y popular al odio y al enfrentamiento, como ese muro que nuestro presidente ha querido levantar con desfachatez contra todo lo que incluye en la fachosfera y en esa misión persiste y a saber si es por eso por lo que no ha ido a Roma, por no coincidir con otros levantadores de muros y no por envidia de Felipe, como dicen los malpensados.

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